martes, 13 de abril de 2010

CAPÍTULO 3: “EL VALIOSO TESORO DE AMAR A NUESTROS SERES QUERIDOS”.

.Esto fue lo que sucedió en el capítulo anterior no. 2:
Jerónimo, Alfonsina su esposa y Martina la partera emprenden la huida del pueblo de Yurécuaro en una noche oscura, van hacia la Hacienda “ La Semilla” de don Fausto Escobar y doña Patrona Hernández, logrando llegar hasta ella a salvo del ataque de los soldados Insurgentes y con su hija la pequeña Ana Victoria en sus brazos. En la Hacienda se encuentran con Belarmino, capataz y amigo de Jerónimo quien le brinda todo su apoyo. Pasan 18 años y Ana Victoria es una bella joven inteligente, valiente, mientras está con sus amigas y su amigo Obed, quien es ciego y de su edad, su padre Jerónimo le informa que la peste del cólera asiático ha regresado a Yurécuaro y temen porque saben que lo peor está por suceder. ¡Sigue leyendo esta interesante historia a continuación!
Jerónimo.- ¡Doña Patrona, la esposa del Hacendado está muy enferma! Se teme que sea la peste del Cólera Asiático que ha regresado a abismar al pueblo.
Ana Victoria.- Pero… ¿tan rápido enfermó? Ayer en la mañana, estaba perfectamente bien de salud, hasta me pidió que cortara en trozos una calabaza de cáscara dura para cocerla en piloncillo para la cena.
Jerónimo.- ¡Así son las enfermedades, llegan de repente y tardan tanto en irse…si es que algún día se van!
En eso llega Belarmino el capataz, acude en su caballo hasta el lugar donde se encuentran Jerónimo y Ana Victoria platicando, unos campos de pastizales, donde se encuentran los árboles de guamúchiles más grandes de la región:
Belarmino.- ¡Jerónimo, doña Patrona quiere ver a tu hija Ana Victoria en este momento!
Jerónimo.- ¿Cómo está la Señora? ¿Ya llegó el médico de Tlazazalca?
Belarmino.- Sí, ya la revisó el médico, escuché que afortunadamente no está enferma de la peste del Cólera, pero sí de una fuerte hepatitis, ¡La Señora tendrá que estar en reposo por muchos días!
Ana Victoria.- ¡Gracias a Dios que no fue la peste! ¡Enseguida iré don Belarmino!
Belarmino.- Señorita Ana Victoria, llévese mi caballo, yo me iré con Jerónimo enseguida, me gustaría que viera una cueva misteriosa que encontré y donde creo que hay rete harto oro, la encontré por casualidad hace unos días y se la quiero mostrar, ¡espero y no tenga miedo de entrar!
Jerónimo.- ¡Por supuesto que entraremos Belarmino, faltaba más!
Ana Victoria.- ¿Y Obed?
Jerónimo.- Obed ya se adelantó a irse a la Hacienda hija, seguro que allá te los vas a encontrar.
Ana Victoria, de hermosa apariencia, se monta en el fino caballo con una facilidad increíble, pues ella creció en el monte, entre parcelas y caballos, entre carretas y peones, entre sazones de sal y azúcar, pan y tamales y atole de masa. En el horizonte se ve la silueta de Ana en su caballo como una postal.
Hacienda “La Semilla”: El cuarto de doña Patrona es el último de los cuartos que están junto a los frescos portales de la Hacienda, pero aún en el día, cuando afuera el sol está en todo su esplendor, adentro donde descansa la Señora en su cama está tan oscuro, solo una vela encendida ilumina tenuemente el entorno, la vela deja apenas ver la silueta de doña Patrona envuelta en varias sábanas. Ella está muy cansada, le duelen todos los huesos y siente como si hubiera caminado por días y días sin descanso. Afuera de la Habitación se encuentra Eustolia, sirvienta de la Hacienda, quien a sus casi setenta años, es de confianza en la Casa Grande, pues ella ya tenía varios años de servicio cuando hace 18 años llegaron Jerónimo, Alfonsina y Martina la partera, pero a veces siente mucho coraje y envidia pues siente que desde la llegada de ellos, ella ha perdido influencia en la Casa. Ana Victoria y Obed llegan hasta el cuarto de doña Patrona, ahí afuera está Eustolia:
Eustolia.- ¡La Señora te está esperando con impaciencia desde hace rato Ana Victoria!, pero mencionó que solo te quería ver a ti, siento que Obed no debería entrar.
Ana Victoria.- ¡Obed no entrará, me esperará aquí afuera!
Obed.-Sí Eustolia, ¡Yo estaré aquí regando las flores de las malvas de los portales!
Eustolia lo mira con mucho coraje y cinismo:
Eustolia.- ¡A veces dudo que seas ciego! No se te dificulta nada, a veces pienso que solo finges tu ceguera solo para causar la lástima de Martina la partera, ella te crió desde que te abandonaron tus padres, debes de estar muy agradecido con ella, le quitaste la amargura de ayudar a las mujeres a parir y ella siempre con su vientre vacío, fuiste como un regalo que un buen día ella se encontró en el camino ¡y por lástima te cuidó!
Obed.- ¡Mi madre Martina nunca me ha tenido lástima! ¡Yo siento su amor y su cariño sinceros hacia mí! Siempre me ha respetado y valorado, por ella soy quien soy y me puedo valer casi por mí mismo.
Eustolia.- ¡Tarde o temprano veremos en realidad quien eres Obed, de eso no habrá duda!
Mientras tanto, Ana Victoria entra al cuarto de doña Patrona:
Doña Patrona.- ¡Entra con confianza Ana Victoria y acércate hasta mi cama!
Ana Victoria camina entre las sombras, entre la oscuridad debido a que no hay ni una sola ventana en el cuarto que dé luz del exterior.
Ana Victoria.- ¿Me mandó llamar Señora? ¿En qué puedo servirle?
Doña Patrona.- ¡Me siento muy débil y cansada! De toda la servidumbre, sé que tú me serás muy útil, además ya sabes que te estimo como si fueras… mi hija. Pues te conozco desde que tenías un par de días de nacida, sé que eres muy valiente, lo sé, además ¡me recuerdas tanto a ella!
Ana Victoria.- ¿A ella? ¿A su hija?
Doña Patrona.-Sí. Me recuerdas a mi hija, pero es muy doloroso para mí hablar de ella, ¡Hace ya tantos años que falleció! Sabes, ¡A veces me siento tan vacía! Fausto mi esposo y yo hemos descubierto que en realidad no somos felices, ni lo seremos completamente con esa herida que nunca se cerrará. Bueno ¡Basta de lamentos! Te mandé llamar porque eres la única joven en toda la Hacienda que sabe leer y escribir ¿No es verdad?
Ana Victoria.- La maestra, la Señorita Magali Curiel me ha enseñado la lectura y la escritura, no tengo con qué pagarle toda su atención dedicada a mi persona.
Doña Patrona.- ¡Mira, acércate y toma la vela encendida y camina hacia aquella pequeña mesa, ahí tiene un cajón, dentro de él se encuentra un antiguo libro, tráelo hacia mí, quiero que me leas un poco de él!
De repente, la vela se apaga, todo se queda oscuro, Ana Victoria apenas y puede caminar, siente como si de repente todo le diera vueltas y su vista se nubla, y el corazón se le quiere salir de lo aprisa que le late, se siente como si estuviera dentro de un enorme hoyo negro, incluso siente que se le dificulta respirar, cree que se va a desmayar. Cuando vuelve a encender el fósforo y el cuarto apenas y se ilumina, siente fuertes náuseas y quiere vomitar. Doña Patrona comienza a gritar pidiendo ayuda:
Doña Patrona.- ¡Eustolia! ¡Martina! ¡Alfonsina!
Martina va pasando por ahí, cuando escucha su nombre y acude, Eustolia también entra, Obed deja el pequeño jarrón de agua y va.
Doña Patrona.- ¡Ayuden a Ana Victoria que está a punto del desmayo! ¡No sé qué le pasa a esta muchacha!
Martina.- ¡Ana Victoria! ¿Qué tienes?
Obed.- ¡Ana! ¡Ana!
Eustolia.-¡ Saquémosla de aquí, necesita aire fresco!
La sacan hacia los portales para que se refresque un poco, Alfonsina su madre llega a toda prisa, muy preocupada:
Alfonsina.- ¡ Ana Victoria, hija qué te pasó?
Ana Victoria.- No sé, de repente no podía respirar y sudaba frío, sentía miedo a la oscuridad, pensé que iba a morir.( Llora desahogándose).
Martina.- Eso ya te ha pasado varias veces.
Eustolia.- Esta muchacha está exagerando, lo único que quiere lograr es llamar la atención de la Patrona.
Alfonsina.- ¡Eso no es verdad Eustolia, y bien lo sabes que Ana Victoria no es así!
Martina.- Así es. Nosotras sabemos la verdadera razón de los ataques de miedo, Ana Victoria nació hace 18 años en una cueva, en un hoyo oscuro, un sótano, ¡Vaya recibimiento que le dio la vida! Lo primero que vio fue la oscuridad, después la luz, pero no del sol, sino de un pueblo que ardía en llamas. Todo eso quedó bien grabado en su mente, además Alfonsina estaba muerta de miedo antes de dar a luz, todo eso se transmite de madre a hija.
Ana Victoria.-Siento que hay mucho de cierto en tus palabras Martina, pero ¡no me voy a rendir! Y voy a superar mis miedos ¡Voy a volver a entrar con la Señora, pero quiero que me acompañe Obed y encenderé dos velas más.
Eustolia.- ¿Y de qué te puede servir la compañía de este pobre ciego lisiado?
Martina (Con coraje y valor).- ¡Mide tus palabras Eustolia! Obed está capacitado para todo lo que se proponga, si es posible, él mira mejor que tú.
Eustolia se marcha muy molesta.
Obed.- Mamá, no tiene caso discutir con ella, no pierdas tu energía en cosas vanas, ambos sabemos de lo que somos capaces, y eso es lo que cuenta. ¡ Te quiero mucho! ( La abraza).
Martina.- No Obed, no voy a permitir que alguien te humille, eres mi hijo y vales mucho, si se puede vales más que muchos que ven y oyen con los ojos de afuera, porque tú, puedes ver por dentro.
Obed acompaña a Ana Victoria al interior del cuarto nuevamente, y encienden dos velas más. Dentro, doña Patrona le pide a la joven que le lea una parte de los Salmos: el 23.
Ana Victoria ( Leyendo).- “ El Señor es mi Pastor, nada me faltará. En prados herbosos me hace recostar, me conduce por descansaderos donde abunda el agua… Aunque ande en el valle de sombra profunda, no temo nada malo, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado son las cosas que me consuelan…”
Doña Patrona.- ¡Es un texto hermoso!
Obed.- Pero tengo una pregunta, comprendo que el Pastor es Dios, pero si todos tenemos un nombre, por ejemplo, el señor Jerónimo, el señor Fausto ¿Cuál es el nombre de Dios?
Doña Patrona.- El Salmo 83: 18 te contestará esa pregunta Obed. Recuerdo que mi hija, quien se llamaba Edith me hizo la misma pregunta.
Ana Victoria.- ¿Cómo era su hija?
Doña Patrona.-Mi hija era tan hermosa como tú. Su imagen la tengo bien grabada en mi mente, pero principalmente en mi corazón, desde que murió hace 18 años mi vida es muy difícil de vivir. ¡Mira te voy a mostrar algo que guardo de ella con mucho amor!
Saca de entre su almohada un torzal de oro, con un medallón, con unas rosas dibujadas en oro en su interior, ¡es realmente precioso!
.- Esta joya perteneció a Edith y es lo único que guardo de ella, mira en una ocasión, un Pintor de apellido Molinar, muy afamado vino a pintarnos a Fausto y a mí una pintura de los dos, y al ver a Edith quedó tan fascinado con su belleza que la pintó también, pero su cuadro fue robado cuando asaltaron la Casa Grande. ¡Nunca la pudimos recuperar! Desde entonces Fausto mi esposo, no ha podido superar la pena y la tristeza y a veces pasa largas jornadas encerrado en sí mismo, en su mundo.
Ana Victoria.- ¡Cómo me hubiera gustado conocer a Edith aunque sea en la pintura!
En el Monte de León, Cerrito, están Jerónimo y Belarmino. Se le llama así a este lugar porque tapiza su suelo y su tierra una planta que lleva el nombre de León, y ahí están ante la entrada oculta de una cueva misteriosa, todavía uno se puede confundir y no ver nada, pues la entrada está tapizada de matorrales que distraen la atención de quién pasa por ahí:
Belarmino.- ¡Vamos a entrar con algo de dificultad! Traje dos velas y varios fósforos, pero antes de entrar vamos a dejar bien claro cómo vamos a quedar con el tesoro o botín, que sea mitad y mitad sin envidia ni desacuerdos.
Jerónimo.- Belarmino, he visitado cueva tras cueva, escarbado bajo los árboles y nunca he encontrado el tan ansiado tesoro que siempre he buscado.
Belarmino.- Pues tengo entendido que hace 18 años escarbaste un hoyo enorme en tu casa, una cueva y que en esa noche de fuego, en ese sótano cuan do llegaste te encontraste con el más lindo tesoro, tu hija Ana Victoria.
Jerónimo.- Así es, ella es mi más preciado tesoro, oye Belarmino ¿Por qué estás tan seguro de que aquí en esta cueva sí hay algo valioso?
Belarmino.- Porque encontré muestras de que aquí estuvieron personas de dinero, mira te voy a mostrar algunos objetos.
El capataz ilumina con la vela un rincón de la cueva y se puede ver en el suelo, los restos de un fino vestido bordado, y algo que parece ser una pintura, un cuadro.
Jerónimo.- ¡Esto parece ser una pintura de algo o de alguien, solo la gente rica es la que las manda hacer, pero no se ve ninguna imagen, todo el cuadro está negro, como si alguien intentara borrar u ocultar la identidad y lo logró.
Belarmino.- ¿Sabes algo? Tengo la vaga sensación de que el marco y el tamaño de la pintura yo ya lo había visto antes en la Hacienda, en la Casa Grande.
Jerónimo.-¡ Pues vamos a llevarlo y le preguntamos a la maestra Magali y a su esposo Leonel acerca del cuadro, ellos saben mucho de todo eso!
Belarmino.- Sí, eso haremos, presiento que este cuadro puede cambiar mucho la vida de muchas personas…
CONTINUARÁ ESCRITA POR FRANCISCO MURILLO MÉNDEZ.
Un agradecimiento especial a:
María Esther Meza Arellano
José Chavez Rodríguez y Elidia Oyuki Solorio Morales quienes forman el Equipo FUJIFILM y su atención tan amable y amigable en la toma de fotos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario