miércoles, 21 de abril de 2010

CAPÍTULO 5: “TÚ ILUMINAS MI SOL”

Yurécuaro Antiguo, Michoacán año 1834. Hacienda “La Semilla”.
Arumi Andreína se ha caído del caballo y está desmayada, Pablo Fernando corre para ayudarla, pero también Ana Victoria lo hace, Pablo queda muy sorprendido con su belleza.
Pablo Fernando.- ¿Quién eres tú?
Ana Victoria.- Me llamo Ana Victoria Flores, creo que no es momento de presentaciones, estaba atendiendo a uno de los trabajadores que cayó al resbalar a una zanja, cercas de las parcelas de trigo y resultó con varias heridas. ¡Traje una toalla limpia y alcohol!
Pablo Fernando.- Gracias, la señorita no presenta heridas, solo golpes y el desmayo, aunque la verdad fue una caída fuerte ¡Ese caballo está loco! (Pablo Fernando revisa a Arumi).
Ana Victoria.- El caballo es mío, se llama “Centella”, es un caballo muy noble, pero tiene días que está muy nervioso, es extraño ese comportamiento, pues solo lo hace cuando quien va montado en él le transmite miedo.
Arumi Andreína trata de incorporarse, pero no puede y reacciona después de desmayarse por segunda ocasión, al parecer el golpe fue en la cabeza y en una pierna. Con la voz entrecortada y débil dice:
Arumi Andreína.- ¡Llévame a La Hacienda, no soporto el dolor de cabeza!
Pablo Fernando.- Está bien, es lo que pienso hacer.
En la Hacienda, Doña Patrona la esposa del Hacendado se impresiona al ver cuando entra el joven con la señorita Arumi Andreína en brazos y dispone todo para que la lleven a su propio cuarto:
Doña Patrona.- ¡Dios mío! Por poco y llega muerta esta muchacha, pero ¿Por qué permitieron que se subiera al caballo?
Jerónimo está presente ya.
Jerónimo.- ¡La señorita se aferró a hacerlo bajo su propio riesgo, no la pude detener!
Doña Patrona.- Lo sé Jerónimo, ¡es muy atrabancada y decidida, no le teme a nada ni a nadie! No sé si mandar llamar al médico de Tlazazalca.
Pablo Fernando.- Siento que no será muy necesario, yo soy ayudante de médico y sé que lo que necesita la señorita es descanso y un té sedante para el dolor y los golpes que van a recrudecerse mañana.
Ana Victoria.- ¡Disculpen que los interrumpa señora Patrona, si me permite ir al campo a cortar hojas del árbol de San Pedro o hierba de la Juana para cocer y darle té a beber, es muy bueno para curar golpes internos y evitar hemorragias, es cicatrizante, le ayudará mucho y los árboles abundan en todo Yurécuaro!
Arumi Andreína reacciona con insolencia y soberbia en contra de Ana Victoria:
Arumi Andreína.- ¡Nadie te pidió tu opinión en medicina, no necesito tus menjunjes! Capaz y me envenenas, lo que necesito es que te vayas con las demás criadas a trabajar y dejes de entrometerte en donde no te llaman. ¡Vete con los de tu clase a curar indios!
Los ojos de Ana Victoria se llenan de lágrimas, siente un dolor profundo en el pecho, si Arumi supiera que ser indio es razón para estar orgulloso, casi nadie se había atrevido a insultarla de esta manera, pero tomando fuerza y de manera serena se da la media vuelta y se retira.
Doña Patrona.- ¡Andrea! ¿ Qué clase de insulto es ese? ¡No tienes derecho a hablarle así a Ana Victoria!
Arumi Andreína.- Mi nombre es Arumi Andreína y ese es mi nombre para todos. Tía, no pienso hacer amistad con la servidumbre y las sirvientas de la Hacienda, eso que te quede bien claro. Ah! Y este cuarto oscuro es horrible. ¡Me siento como en una tumba!
Doña Patrona.- No cultives el odio de los demás, todos necesitamos de todos, incluso puedes llegar a necesitar la ayuda de esos “indios” trabajadores y nobles a quien desprecias, pero son tan valiosos como tú. Aquí en la Hacienda, la norma es el respeto, somos como una familia, Ana Victoria es como si fuera…mi hija y se respeta. ¡Lo quieras o no así será!
Arumi Andreína.- ¡Qué pronto se te olvidó tu hija muerta! O ¿la cambiaste acaso por una criada? Dime ¿acaso me trajiste aquí para que me ponga a lavar la loza y cocinar en los fogones? Yo no nací para esos menesteres. Así que ¡váyanse todos y ya déjenme descansar!
Y así sucede. La dejan sola, eso es lo que ocasiona una persona orgullosa y egoísta, solo se gana la soledad y el vacío en el corazón.
Al pasar los días, las cosas no parecen mejorar, los desplantes de Arumi Andreína continúan y su blanco es Ana Victoria, por lo cual Ana no estará presente en la cena de gala que se hará como bienvenida de Arumi y a la cual solo serán invitados los Hacendados y familias nobles de la región para que la joven conozca muchachas de su clase y pueda tener amigas. El día de la cena será el domingo, cuando ese día llega, en la cocina de la Hacienda es un ir y venir de olores y sabores, es el lugar secreto donde se cocinan los más suculentos platillos:
Alfonsina.- Martina ¿Crees que ya esté la sopa de arroz? ¡Ya huele!
Martina.- ¡Ya está! ¿Ya fue Jerónimo a desenterrar su tesoro? Hablo de la birria de chivo que fue cocinada en brazas de fuego en un hoyo bajo la tierra.
Alfonsina.- Sí, allá anda, los frijoles también están listos, además hay capirotada con pasas y pastel de guayaba.
Martina.- ¡Ana Victoria preparó agua de horchata y Jamaica, café y galletas de trigo con amaranto! Por cierto ¿en dónde está Ana Victoria?
Alfonsina.- La maestra Magali Curiel la llevará esta noche a la plazuela ¡Ojalá que se divierta! La acompañará Jacinta la hija de Belarmino también. ¡Estos días han sido muy difíciles para mi hija!
Martina.- Lo sé. ¡Esa señorita Aroma es tremenda!
Alfonsina.- Se llama Arumi, no Aroma.
Martina.- ¡Pues a mí me transmite un aroma a enfado que para qué te cuento, así que con ese nombre la llamo, tiene un nombre tan raro como ella. ¡Voy a llamar a Eustolia para que ya acomode los platos finos en la mesa del Comedor, ya llegaron las carrozas con la gente fina!
Alfonsina.- ¿En serio?
Martina.- Sí, yo vi cuando llegaron unos señores de traje y corbata y unos sombreros altos y elegantes y unas señoras copetonas con zapatos puntiagudos, medias y unos vestidos ampones y crinolinas debajo de ellos, eso sí, bien almidonados como si todo el día nomás lo tuvieran para arreglarse, y todas con unas joyas y aretes que nomás les brillan las orejas y los pescuezos.
Alfonsina.- La señorita Arumi Andreína dio órdenes de que ninguno de nosotros podía salir y aparecernos por el Comedor, solo Eustolia la otra sirvienta lo puede hacer, y como ella no nos ayudó para nada en hacer la comida, seguro tuvo tiempo para arreglarse para la ocasión.
Martina.- Lo que pasa es que Eustolia es una barbera y aunque la Aromi esa no la quiera, ella se le humilla y no haya como ganarse su favor.
Alfonsina.- ¡No sé cuánto vayamos a aguantar más aquí, somos trabajadoras, no esclavas, ni nos gusta que nos humillen! ¡Nadie debe ser humillado!
En el Comedor de la Hacienda, lo más distinguido de la Sociedad, está presente, algunos hacendados ricos están conviviendo con Don Fausto, Doña Patrona también disfruta de la ocasión, Arumi Andreína en cambio está aburrida con las jóvenes muchachas de la alta Sociedad. ¡Cuánto extraña estar con Pablo Fernando desde que lo conoció no puede dejar de pensar en él! Cuando lo ve es como si no existieran los días nublados, ni oscuros, es como si el sol radiante saliera de repente y le iluminara su día, su horizonte. Don Fausto les presume a sus amigos Hacendados que muy pronto estarán listas para usarse las vías del Ferrocarril, el nuevo tren que tendrá una Estación en Yurécuaro, Será una gran novedad para todos, afortunadamente para ellos es una experiencia ya vivida, pero ansían la inauguración de la Estación que invita solo al progreso de la región. Don Marcial el Anticuario interrumpe su jornada de la restauración de la Pintura del cuadro para atender a la invitación de Don Fausto a la Cena, así que le pregunta a su hijo Pablo Fernando si le gustaría estar presente:
Don Marcial Anticuario.- ¡Me gustaría que me acompañaras a la Cena!
Pablo Fernando.- No creo sentirme cómodo en ese lugar, nosotros no somos ricos, ni pobres tampoco, pero prefiero convivir con las personas humildes y sencillas.
Don Marcial Anticuario.- ¡Arumi Andreína también te invitó, recuérdalo!
Pablo Fernando.- También Obed el muchacho ciego me invitó a la Plazuela de Yurécuaro, ¡Quiero conocerla esta noche por ser domingo!
Don Marcia Anticuario.- ¿Sabías que Ana Victoria la hija de la cocinera estará también en la Plazuela? ¿Es por ella que quieres ir?
Pablo Fernando.- ¡Tal vez papá! ¡No puedo dejar de pensar en Ana Victoria, es tan hermosa!¡ Ella ilumina mi sol!
Plazuela de Yurécuaro:
Esta Plazuela tiene en construcción dos Portales, los cuáles debido a que aún no están terminados les llaman “Los Portales de Luz” por la luz del sol que reflejan en el día, el Portal oriente es “el Portal Iturbide” y el otro al sur de las Plazuela “el Portal Hidalgo”. Aún no hay kiosco, pero hay lo que parece un templete de cemento y un jardincito alrededor en el centro de la Plazuela. Es domingo y hay muchas personas, hay una banda de música o tambora que alegra la noche. En la parte de debajo de la Plazuela se ven a los hombres humildes, los cuales van vestidos con calzón blanco y camisa blanca, traen una faja en vez de cinto, uno ancho donde traen su dinero, les nombran “ víboras”, el dinero es de pura plata, no es de cobre. A este pedazo de tela también se le llama Tapio, sus sombreros son de petate o carrizo. La ropa que viste Ana Victoria y con la cual se ve hermosa por cierto es: una falda sabulina, la cual la sujeta con un ceñidor y deja sobresalir como 20 cm de tela para formar el famoso “rollo” de las tarascas. También lleva en aguas blancas de manta. La camisa se usa plegada sobre el pecho y espalda con una jareta a lo largo del escote, la trae bordada sobre los hombros con figuras de flores, rosas rojas, su reboso es azul, el peinado son dos trenzas con listones de colores y unos aretes de oro puro, que la hace lucir realmente hermosa.
Ana Victoria va tomada de la mano con Obed y le explica y describe lo que sucede en la Plazuela:
Ana Victoria.- Obed, ya estamos llegando al puesto de doña Concha, la vendedora de flores, de gardenias y gladiolas, también vende pétalos que los muchachos les avientas sobre el cabello a las muchachas en la plaza.
Obed.- ¿ya mero llegamos al puesto de las limonadas?, tengo sed.
Ana Victoria.-Sí, ya llegamos al puesto de don Roque, vende las mejores limonadas de aquí, Jacinta prefirió comprar un raspado de tamarindo para el calor.
En eso se acerca Pablo Fernando:
Pablo Fernando.- A mí se me antojó un duro con mucho chile, creo que tenía mucho tiempo sin comerlo.
Ana Victoria.- ¡Nunca pensé que te animaras a venir a la Plazuela! Habiendo una cena tan importante en la Hacienda.
Pablo Fernando.- Yo soy del Pueblo, y prefiero a mi Pueblo. Allá donde vivo, en La Piedad de Cavadas es igual de hermoso, ¡ojalá que algún día puedas ir y conocer por allá! Solo son varias horas de camino.
Ana Victoria.- ¡Ojalá suceda algún día!
Pablo Fernando.- Por lo pronto quiero darte algo con mucho respeto y cariño.
Pablo Fernando le da una hermosa rosa, y de otras a las cuales les ha quitado los pétalos los arroja suavemente sobre el cabello de Ana Victoria, cual si fuera una tela de seda que recorre su cabello. Ambos se miran a los ojos conectando sus pupilas, sus pensamientos y poco a poco su corazón. Más tarde, la profesora Magali Curiel llega con Ana Victoria a la Hacienda y se encuentra con Jerónimo y Alfonsina:
Alfonsina.- ¿Te divertiste hija?
Ana Victoria.- Sí mamá, aunque todavía siento mucha tristeza en mi corazón, desde que llegó la señorita Arumi Andreína siento temor de estar en la Hacienda. ¡Quisiera que nos marcháramos de aquí y nos fuéramos a vivir al campo, donde me pueda sentir libre. Arumi me hizo sentir como si no valiera nada, y me humilla cada vez que tiene oportunidad.
Maestra Magali.- ¡Pero tú sabes que eres muy valiosa! Nunca, nunca permitas que tu corazón se sienta vacío e inútil, vales más que el oro, porque cultivas lo más valioso, el amor al conocimiento y cultivas tu interior.
Alfonsina.- Sí hija,¡ no le des el gusto a nadie de que te vean derrotada y sufriendo!. Usted siempre debe estar con su frente muy en alto y con su dignidad muy firme, eso nunca lo olvide.
Jerónimo.- Además, no podemos irnos porque el hacendado don Fausto me mandó llamar para decirme que como eres la única joven que sabe leer y escribir te tiene asignado un trabajo muy especial en la Hacienda.
Ana Victoria.- ¿Cuál puede ser?
Jerónimo.- Tú vas a trabajar en la nueva tienda de comida que habrá aquí en la hacienda, allí se nos venderá comida, tragos y hasta ropa, cada que rayemos se nos rebajará plata de nuestro salario, nos van a fiar pues como se dice. Eso lo hacen para que no explote la revuelta de la rebelión y para aplacar tantito el hambre que todos tenemos, cuando los trabajadores saquen fiado, tendrán que poner su nombre como responsiva en una libreta, pero como ninguno sabe leer ni escribir, dice don Fausto que al menos pondrán una raya, por eso a la tienda le dice “La tienda de raya” y tú estarás ahí trabajando.
Ana Victoria.- ¿Y si nos esclavizamos más con las deudas?
Jerónimo.- De qué me sirve tener diez, si sé contar hasta seis, mi pobreza, no será mi oscuridad, eso sí te digo… CONTINUARÁ… ESCRITA POR FRANCISCO MURILLO MÉNDEZ.

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