viernes, 30 de abril de 2010

TU LUZ EN MI HORIZONTECAPÍTULO 7: “VOCES Y PALABRAS”

Personaje Yurecuarense invitado de esta semana: Eduardo Castellanos. Fotógrafo y Licenciado en Artes Plásticas.
… Martina la Partera, la mujer que durante años ayudó en la dura labor de parto a muchas mujeres pobres, aunque ella misma nunca pudo experimentar lo que es dar a luz a un hijo, ha muerto. Pero la sensación y el saber lo que significa ser madre, realmente sí lo supo, pues desde hace 18 años que cuidó de Obed, el joven invidente. Martina le enseñó todo lo que pudo y a pesar de sus limitaciones y su carácter tan sensible, Obed ha logrado salir adelante, aunque todavía hay traumas y secretos tan ocultos que si alguien los descubriera, causaría tal vez la peor de las tormentas, ¡Una tempestad de voces y palabras!
Obed está inconsolable, sigue llorando, Pablo Fernando trata de tranquilizarlo, Jerónimo, Alfonsina y Ana Victoria llegan muy sorprendidos y con lágrimas en los ojos:
Alfonsina.- Obed ¿Qué pasó, qué le sucedió a Martina? ¡Ella era como mi hermana! ¡No sé que voy a hacer sin ella! Tú no te vas a quedar solo Obed, nosotros somos tu familia.( lo abraza).
Obed.- ¡Mi madre se durmió para no despertar jamás! Ni siquiera le pude decir adiós, ¡se acabó su vida de repente! ¿Y Ana Victoria? ¿Ha venido con ustedes?
Ana Victoria.- Sí, aquí estoy Obed… no tengo palabras para decirte, ¡Quisiera poder gritarle a Martina y despertarla! ¡Devolvértela, me siento tan impotente! La muerte llega tan inesperadamente y muerde como una serpiente venenosa y nos causa tanto dolor ¡la odio con todo mi ser!
Alfonsina.- ¡Cálmate Ana Victoria! Recuerda la esperanza tan firme y segura que tenemos, la de la Resurrección, tenemos la esperanza de volver a ver a Martina cuando Dios por medio de su hijo le devuelva la vida aquí en la tierra en un futuro cercano.
Ana Victoria.- Lo sé mamá, la espera puede parecer muy larga, pero el tiempo pasará muy rápido, eso nada ni nadie lo puede evitar, ¡la volveremos a ver!
Obed.- ¡En mi corazón sé que sucederá! Ahora mis ojos sí servirán de algo, para llorar mi dolor, aunque nunca se llenará ese vacío que ella ha dejado en mí.
Jerónimo.- Obed ¡Don Fausto en cuanto supo lo de la muerte de Martina ordenó que lleváramos su cuerpo a la Hacienda para que el velorio sea allí!
Obed.- ¡a mí me da igual, la misma oscuridad hay aquí…que allá!
Ana Victoria abraza a Obed, haciéndolo sentir confortado, consolado, pero recuerda que tal vez lo mejor es retirar de su mente y corazón los sentimientos que pudieran hacerlo sufrir.
Obed.- ¡Mi gran amiga Ana Victoria! ¡No sabes cuánto te quiero!
Ana Victoria.- ¡Mi gran hermano Obed! ¡Siempre estaré a tu lado para apoyarte!
En la Hacienda “La Semilla” se están haciendo los preparativos para el velorio de Martina. En el cuarto de huéspedes, don Marcial el Anticuario está con don Fausto y doña Patrona y les mostrará la Pintura de Edith, pero ya restaurado el cuadro:
Don Marcial.- ¡Fue un trabajo muy difícil! El cuadro estaba muy dañado, además el rostro parecía imposible que se pudiera hacer visible, pero afortunadamente, con mucha paciencia, se pudo rescatar la imagen de la Señorita Edith. ¡Su hija era realmente hermosa!
Ante las miradas impacientes, don Marcial quita el velo oscuro del cuadro y ante sus ojos aparece la imagen de Edith, con ese hermoso rostro jovial, y esos ojos que parecen llorar al encontrarse de nuevo con la mirada de sus padres, su vestido de encaje verde hacen resaltar toda su belleza.
Doña Patrona.- ¡Hija, después de tanto tiempo estás ahí!
Don Fausto se seca disimuladamente las lágrimas de sus ojos, hay un nudo en su garganta que no le permite hablar, en eso Belarmino el capataz pide permiso para entrar, le abren la puerta:
Belarmino.- ¡Dispense patrón lo imprudente que soy, pero necesito preguntarle si hoy se va a abrir la nueva tienda de raya!
Don Fausto.- ¡Por supuesto que sí! La gente necesita comida, ropa y otros artículos necesarios, pero la duda que tengo es si Ana Victoria la atenderá hoy, seguro querrá estar con Obed.
Belarmino.- De eso quería hablarle precisamente patrón, la Señorita Arumi Andreína dice que por hoy ella misma se encargará de atenderla.
Don Fausto.- ¡Me sorprende su buena disposición! Oye Belarmino, aprovechando, tú fuiste quien encontró el cuadro y tengo que agradecerte mucho.
Belarmino.- ¡No tiene nada que agradecerme, ahora que estoy viendo el cuadro con la imagen de la Pintura, recuerdo que en la cueva también encontramos retazos o pedazos del vestido verde que trae en la pintura!
Doña Patrona se queda helada cuando oye estas palabras, así que le dice aterrada a don Fausto:
Doña Patrona.- ¡Por favor Fausto, dime qué tantos secretos tienes ocultos con respecto a la muerte de Edith! Dime ¿Por qué nunca pude ver su cuerpo muerto? ¿Por qué nunca me permitiste verla? ¿Cómo realmente murió?
Don Fausto.- ¡Tengo una plática pendiente contigo mujer! ¡Te lo contaré todo!
En las afueras de la Hacienda, por el camino de polvo y piedra, va una carreta de viaje, en ella van Obdulia Rosablanca y su hermana Sulem, ellas viven en la Hacienda de “Los Charcos de Guerrero” en Tanhuato Michoacán, son de posición alta, vienen de un largo viaje de la frontera y están observando mientras pasan por la “Semilla” que hay un velorio, de repente Sulem comienza a sentirse mal y llorar como con un sentimiento de pánico y culpa:
Obdulia.-¡ Sulem! ¿Qué tienes, por qué te pones así?
Sulem.- ¡Reconocí el lugar! ¡Es aquí, en este lugar donde hace casi 18 años me vi obligada a abandonar a mi hijo…por ser ciego, ¡ eso nunca me lo he perdonado, ni lo haré nunca, nunca!
Obdulia.- ¡Cálmate, tienes que calmarte, ni siquiera sabes si ese niño, ese hombre ya, todavía vive aquí, o si realmente vive aún!
Sulem.- ¡Esto me remueve todo mi interior! ¡Te prometo que voy a regresar a investigar y haré lo posible porque descanse mi espíritu y mi corazón.
Tienda de Raya: En su interior se encuentra Arumi Andreína y Eustolia la sirvienta, quienes son aliadas en cuanto causar daño a Ana Victoria y su familia, ahí Arumi descubre sus verdaderas intenciones:
Arumi Andreína.- Mi tío Fausto cree que vine a atender la tienda de raya por mi buen corazón, pero se equivoca, es una tontería enorme permitir que el cuerpo de alguien de la Servidumbre sea velado en la Hacienda de los Patrones, es por eso que si la tienda sirve para alegrar el corazón de los peones y necesitan comida, ropa y medicinas, también necesitan licor, así que les venderemos todo el licor que quieran, porque solo eso es lo que saben hacer, emborracharse y perder la cabeza, así que ¡ diles Eustolia, diles a todo el mundo que hay vino para disfrutar de esta noche de fiesta, ja, ja, ja, ja!
Eustolia.- ¡Como usted diga señorita Arumi Andreína!
El plan egoísta de Arumi Andreína parece dar resultados, pero al ver como los peones se dejan llevar por el vicio, Jerónimo los anima para que si compran el licor, no es momento para que lo tomen y se embriaguen, que la borrachera es el peor vicio que denigra la razón y la dignidad humana. Casi todos los peones obedecen a Jerónimo.
Esa noche, es una noche de tranquilidad, es de tristeza y dolor, pero también de esperanza. Pasan algunos días:
La mañana se desborda en color y luminosidad, es sorprendente ver como cada día nos brinda un nuevo sol, unas nuevas nubes, una nueva esperanza, Ana Victoria trata de corretear tras de unas gallinas para el mole, algo nada fácil, pues las alas les ayudan a volar huyendo de la misma muerte, pero nadie le quita su firmeza a Ana Victoria y corre de un lado para otro, tratando de alcanzar su presa. De repente llega Jacinta, la joven hija de Belarmino con su corazón agitado, pero de sorpresa y mucha emoción con una noticia increíble:
Jacinta.- ¡Ana Victoria! ¡Ana Victoria!
Ana Victoria.- ¿Qué pasa Jacinta? ¡Me espantas!
Jacinta.- ¡Ha llegado un joven rete elegante a la Hacienda, trae sus pantalones finos, con tirantes, su camisa es blanca y su sombrero! Lo más asombroso es que trae una caja muy misteriosa, dice que es algo nunca visto, una caja grandota de donde salen visiones, imágenes como si las estuvieras viendo en la realidad, es como pinturas de luz.
Ana Victoria.- ¿Y qué con eso Jacinta? ¿Él está con los patrones?
Jacinta.- Doña Patrona me mandó llamar para decirte que vayas, algo te quiere mostrar.
Ana Victoria.- Pues ¡vamos para ver para qué me quiere! Nomás ¡déjame quitarme la suciedad de las gallinas!
Al llegar, se encuentran con el joven Eduardo Castellanos, quien posee una caja de fotografía, una cámara de daguerrotipia traída de Francia, Eduardo les explica más:
Eduardo Castellanos.- Esta es una cámara de Fotografía.
Jacinta.- ¿Foto…qué?
Eduardo Castellanos.- Fotografía, significa arte de escribir o pintar con luz y se pueden reflejar imágenes de personas y de situaciones diarias, es el invento más actual del que se tiene memoria y está llegando a México. A esta cámara se le llama la “cámara negra u oscura”
Doña Patrona.- Ana Victoria, me gustaría que la primera imagen que capte este invento sea la tuya, en recuerdo de mi hija Edith, que si estuviera aquí, la llenaría de imágenes con toda seguridad para poderla ver siempre.
Arumi Andreína está furiosa al escuchar eso.
En eso, llega Pablo Fernando y don Marcial con su equipaje listo para marcharse:
Pablo Fernando.- Antes de irnos, me gustaría que nos tome una imagen juntos Ana Victoria, será un hermoso recuerdo.
Ana Victoria.- ¿Ya se… van?
Ana Victoria siente una sensación de pérdida y dolor tan de repente, es un vacío tan extraño.
Mientras tanto, en otro lugar, en La Piedad de Cavadas, en una casona, se encuentra un hombre llamado Vidal Trujano, quien maltrata a una mujer y la llama “loca”:
Vidal Trujano.- ¡Ya me cansaste la vida! ¡Ya me cansé de ti Edith!...¡ No sabes cuánto me arrepiento de haberte traído conmigo a la fuerza, si solo me has traído dolor y desesperanza! Creo que ya es hora de que tus padres sepan que tu corazón todavía late…
CONTINUARÁ…. ESCRITA POR FRANCISCO MURILLO MÉNDEZ.

miércoles, 21 de abril de 2010

CAPÍTULO 6: “EL BALSAMO DEL PERDÓN”

Personaje Yurecuarense invitado: Yamina Márquez Pérez.
Hacienda La Semilla, Yurécuaro Michoacán 1834.
Como a un kilómetro de distancia de la Hacienda se encuentra el lugar de las casas de adobe, casas de una sola pieza, con piso de tierra, y sin ventanas donde viven los peones y trabajadores de la Hacienda. Es ahí donde viven Jerónimo, Alfonsina y Ana Victoria, quienes debido a su fidelidad y honradez sirviendo a los Hacendados se han ganado un lugar privilegiado y viven en una de las casas con mejores condiciones, pero aún así, viven en medio de la misma pobreza que los demás. Están ahí juntos conversando de la “nueva tienda de raya” y lo necesario que será endeudarse lo menos posible.
Jerónimo.- ¡Tengo que echar mis tanteadas para no sumirme en un hoyo de la debedera! La plata no está al alcance de todo mundo, es como si el dinero, lo que ganamos, se nos escurriera de las manos como si fuera un chorro de agua y las manos se quedan vacías, de nada me sirve ganar diez, si sé contar hasta seis.
Ana Victoria.- ¡Lo que será muy necesario es comenzar a enseñar a los peones y a sus hijos a leer y escribir, así podrán defenderse y no serán presa fácil de toda clase de mentiras que se enseñan desde hace mucho, y de las filosofías vanas!
Alfonsina.- Nosotros aunque somos pobres, tenemos esa hambre de conocimiento, tenemos sed de sabiduría, pero no es suficiente con solo tener ganas y desear ser mejores, ¡es mucho mejor actuar y es también lo más difícil!
Ana Victoria.- Oye papá ¿De verdad existirá la felicidad? ¿No es una mentira más que escuchamos en la vida?
Jerónimo.- No, Ana Victoria, la felicidad sí existe y tú misma la has experimentado, son aquellos momentos donde sientes algo enorme dentro de tu pecho, de tu corazón y sientes que te revolotea, que se te quiere salir y sientes que todo se te ilumina, y deseas que no pase el tiempo, que se detenga todo y que esa sensación sea duradera, casi eterna.
Ana Victoria.- ¿Es malo ser ricos?
Jerónimo.- No, no lo es, lo malo es aprovechar esa condición para sentirte más que los demás y humillar, pisotear a quienes valen lo mismo que tú.” Hay ricos que son tan pobres, y pobres que son tan ricos”.
Ana Victoria.- Pues prefiero no ser rica, ni pobre, pero sentir paz interior en mi corazón, estar en paz con Dios y con quienes me rodean.
Alfonsina.- Cuando te escucho hablar así, me recuerdas mucho a mi María de la Luz, mi sobrina, ¡hace 18 años que murió ya y parece que fue ayer!.
Ana Victoria.- ¡Platícame de ella mamá, no tengo sueño aún….!
En otra de las casas de adobe se encuentra Martina la Partera y Obed dispuestos a descansar una noche más:
Martina.- ¡Ya está lista tu cama! Oye Obed ¿Qué tanto platicabas hoy con Pablo Fernando en las trojes, donde se muelen los granos para la pastura?
Obed.- Pablo Fernando me platicó acerca de cómo incluso yo que soy ciego puedo aprender a leer y escribir por medio de un lenguaje llamado “braille”.
Martina.- ¿Y qué es eso?
Obed.- Pues apenas me va a platicar más de eso, dice que es como si leyera con las yemas de mis dedos y sintiera cada letra dentro de mí. ¡Tal vez Ana Victoria me pudiera ayudar!
Martina.- Ana Victoria te puede ayudar, pero no debes depender de ella Obed, ella y tú son como hermanos pero eso tarde o temprano cambiará, ella pronto conocerá a alguien por el cual sienta otra clase de sentimiento, uno muy especial y la atención hacia ti nunca será la misma y no quiero que sufras por ese motivo.
Obed.- Yo quiero a Ana Victoria con un sentimiento diferente mamá, ¡Me gustaría que algún día llegara a ser mi esposa!
Martina.- ¡No Obed, no pongas tus ojos en ella, mejor dicho tus ojos no, tu corazón!, ¡Cómo quisiera que no me muriera nunca para velar por ti! ¿Que no entiendes que ella ya puso su mirada y sus sentimientos en Pablo Fernando, el hijo de don Marcial el Anticuario?
Obed.- ¿Por qué lo dices mamá? ¿Los has visto juntos?
Martina.- No, pero lo noto en sus miradas, en sus palabras, es algo que no pueden disimular ¡Prométeme que no te vas a enamorar de Ana Victoria por favor!
Obed.-No te lo puedo prometer, porque en el corazón no se manda.
Martina.- Sí se manda, el corazón es muy traicionero, nunca debemos confiarnos de él, si lo hacemos vamos a sufrir mucho Obed, ¡y yo no quiero que sufras!
Hacienda “La Semilla”: En la Casa, hay unas habitaciones o cuartos reservados para visitas o para los mayordomos con más tiempo, y en esas habitaciones están don Marcial el Anticuario y su hijo Pablo Fernando observando el avance en la restauración de la Pintura:
Pablo Fernando.- ¡Parece que ya te falta poco para terminar de restaurar el cuadro papá!
Don Marcial- Así es, solamente me falta el rostro, que es lo más difícil porque quienes lo dañaron, también lo golpearon y con saña quisieron borrar la cara de la mujer.
Pablo Fernando.- Pero ¿Por qué tanto odio contra ella? Y ¿Quién pudo ser?
Don Marcial.- Esas son respuestas que no nos corresponden a nosotros investigarlas. A lo mucho estaremos aquí otros cuatro días, me preocupa tu comodidad y el afecto que estás teniéndole a esa muchacha hija de la Cocinera, Ana Victoria.
Pablo Fernando.- La verdad es que me duele pensar en que nos iremos de aquí, ¡nunca pensé conocer en este lugar a la mujer con la cuál siempre soñé!
Don Marcial.- Esa muchacha es muy atenta con el joven ciego, para mí que van a terminar enamorándose y casándose, claro, por lástima seguramente.
Pablo Fernando.- ¿Intentas persuadirme para que olvide lo que comienzo a sentir por Ana? Me iré papá, lo haré, pero si hay mas señales de que ella es la indicada, ¡Te aseguro que regresaré!
Don Marcial.- Ah! Y otra cosa, ¡Cuídate mucho de la señorita Arumi Andreína, ella, ella sí es peligrosa!
En la sala de la Hacienda, ya los Hacendados y sus familias se han ido de la Cena que se ofreció por la llegada de Arumi Andreína, pero queda una familia, y una de las hijas del matrimonio de clase alta se encuentra con Arumi, ella es una hermosa joven llamada Yamina Márquez Pérez, quien se ve radiante con su elegante vestido rojo, de finos encajes, con crinolina y en sus manos trae un enorme abanico para soportar el calor que hace esa noche, ambas platican:
Arumi Andreína.- Desde el primer momento en que te vi, supe que serías mi amiga ideal, además se ve también que has viajado, que conoces de cultura, ¡quiero que seas mi amiga!
Yamina Márquez.- ¿De verdad lo quieres Arumi? Toda la noche te la has pasado platicándome de odio y resentimiento, de pérdidas y de cosas materiales, desde ahorita te digo, yo no soy así.
Arumi Andreína.- ¡Tengo mi corazón muy herido, no nací con sentimientos opuestos, las circunstancias me hicieron ser así! Mis padres me vendieron.
Yamina Márquez.- No entiendo, ¿Cómo te vendieron?
Arumi Andreína.-Sí, mis verdaderos padres me vendieron a cambio de unas parcelas, desde allí me envenenaron mi vida, imagínate lo que es pensar quiénes son y por qué actuaron así, sufro al imaginar que ellos son unos indígenas, y quienes me compraron, he llegado a sentir solo odio por ellos, aunque me digan hasta el cansancio que lo hicieron por amor.
Yamina Márquez.- ¿Acaso no te has visto en un espejo? Eres de cabello rubio y ojos profundamente azules, tus padres seguramente son españoles. Pero aunque fueran de cualquier color, son tus padres y merecen tu respeto. Si quieres que sea tu amiga, será con esa condición, ¡arrojarás tu orgullo y tu odio muy lejos de aquí!
Arumi Andreína.- Te lo pido por favor ¡Ayúdame a mejorar y a sentir paz en mi interior!
Yamina Márquez.- Comenzarás por hacer las paces con esa joven hija de la cocinera… Ana Victoria..
A la mañana siguiente:
Pablo Fernando está caminando por las casas de adobe y se queda atento al ver como los niños hijos de los peones disfrutan de jugar con palitos, con piedras, con cualquier cosa donde se pueda usar la imaginación, pero lo importante es sonreír y soñar, uno de esos niños se llama Betillo, de unos ocho años de edad quien platica con él:
Pablo Fernando.- ¿Me invitas a jugar?
Betillo.- Tú no sabes jugar a las parcelitas y a los pocitos, tú ya estás grande.
Pablo Fernando.-¡ Pero quisiera poder disfrutar de la alegría de ser niño de nuevo!
Betillo.-¿ Tú sabes por qué Obed está llorando en su cuarto?
Pablo Fernando aguza el oído y pone atención, es verdad, se escucha el llanto de un hombre, es Obed, así que acude rápidamente a ver que sucede. Al llegar se encuentra con la terrible escena, Obed está abrazado de Martina quien está inerte, muerta en un petate, toda amoratada, mientras él se desborda en llanto:
Pablo Fernando.- Obed ¿Qué ha sucedido?
Obed.-Mi madre Martina ya no quiso despertar ¡Se le cayó el corazón!, ya no habla, su corazón ya no late, ella está muerta.
Pablo Fernando.- ¡No puede ser!
Obed.- Ahora solo deseo que Ana Victoria esté aquí conmigo, porque sé que solo ella me dará las fuerzas que necesito. Aunque pensándolo bien, Ana Victoria no siente nada por mí, solo son voces y palabras. Ayer en silencio le hice una promesa a mi madre, después de meditar en lo que me dijo, le prometí lo que ella quería y ahora lo tengo que cumplir…
CONTINUARÁ… ESCRITA POR FRANCISCO MURILLO MÉNDEZ

POEMA DE OBED. “Voces y Palabras”
AUTOR: Francisco Murillo Méndez.

Ya no sé que hacer
Con tanta soledad,
Como el miedo que
Me da, cuando me
Dices que te vas.

Ya no sé ni qué pensar
Si tú no sientes nada
Si en tu vida soy neblina
Que se esfuma de la nada.

Tú no sientes nada
Voces y Palabras
Que el viento hoy arrastra
Ya no volverán de nuevo.

Tú no sientes nada
Voces y Palabras
Que el mar hoy arrastra
Arena que no acaba.

Sentimientos que pensé
Estaban tan adentro
Pero el corazón dejó
Que se los llevara el viento.

Ya no sé ni qué pensar
Ni lo que traerá el mañana,
Solo sé que solo luz
En mi horizonte causas.

Tú no sientes nada…

CAPÍTULO 5: “TÚ ILUMINAS MI SOL”

Yurécuaro Antiguo, Michoacán año 1834. Hacienda “La Semilla”.
Arumi Andreína se ha caído del caballo y está desmayada, Pablo Fernando corre para ayudarla, pero también Ana Victoria lo hace, Pablo queda muy sorprendido con su belleza.
Pablo Fernando.- ¿Quién eres tú?
Ana Victoria.- Me llamo Ana Victoria Flores, creo que no es momento de presentaciones, estaba atendiendo a uno de los trabajadores que cayó al resbalar a una zanja, cercas de las parcelas de trigo y resultó con varias heridas. ¡Traje una toalla limpia y alcohol!
Pablo Fernando.- Gracias, la señorita no presenta heridas, solo golpes y el desmayo, aunque la verdad fue una caída fuerte ¡Ese caballo está loco! (Pablo Fernando revisa a Arumi).
Ana Victoria.- El caballo es mío, se llama “Centella”, es un caballo muy noble, pero tiene días que está muy nervioso, es extraño ese comportamiento, pues solo lo hace cuando quien va montado en él le transmite miedo.
Arumi Andreína trata de incorporarse, pero no puede y reacciona después de desmayarse por segunda ocasión, al parecer el golpe fue en la cabeza y en una pierna. Con la voz entrecortada y débil dice:
Arumi Andreína.- ¡Llévame a La Hacienda, no soporto el dolor de cabeza!
Pablo Fernando.- Está bien, es lo que pienso hacer.
En la Hacienda, Doña Patrona la esposa del Hacendado se impresiona al ver cuando entra el joven con la señorita Arumi Andreína en brazos y dispone todo para que la lleven a su propio cuarto:
Doña Patrona.- ¡Dios mío! Por poco y llega muerta esta muchacha, pero ¿Por qué permitieron que se subiera al caballo?
Jerónimo está presente ya.
Jerónimo.- ¡La señorita se aferró a hacerlo bajo su propio riesgo, no la pude detener!
Doña Patrona.- Lo sé Jerónimo, ¡es muy atrabancada y decidida, no le teme a nada ni a nadie! No sé si mandar llamar al médico de Tlazazalca.
Pablo Fernando.- Siento que no será muy necesario, yo soy ayudante de médico y sé que lo que necesita la señorita es descanso y un té sedante para el dolor y los golpes que van a recrudecerse mañana.
Ana Victoria.- ¡Disculpen que los interrumpa señora Patrona, si me permite ir al campo a cortar hojas del árbol de San Pedro o hierba de la Juana para cocer y darle té a beber, es muy bueno para curar golpes internos y evitar hemorragias, es cicatrizante, le ayudará mucho y los árboles abundan en todo Yurécuaro!
Arumi Andreína reacciona con insolencia y soberbia en contra de Ana Victoria:
Arumi Andreína.- ¡Nadie te pidió tu opinión en medicina, no necesito tus menjunjes! Capaz y me envenenas, lo que necesito es que te vayas con las demás criadas a trabajar y dejes de entrometerte en donde no te llaman. ¡Vete con los de tu clase a curar indios!
Los ojos de Ana Victoria se llenan de lágrimas, siente un dolor profundo en el pecho, si Arumi supiera que ser indio es razón para estar orgulloso, casi nadie se había atrevido a insultarla de esta manera, pero tomando fuerza y de manera serena se da la media vuelta y se retira.
Doña Patrona.- ¡Andrea! ¿ Qué clase de insulto es ese? ¡No tienes derecho a hablarle así a Ana Victoria!
Arumi Andreína.- Mi nombre es Arumi Andreína y ese es mi nombre para todos. Tía, no pienso hacer amistad con la servidumbre y las sirvientas de la Hacienda, eso que te quede bien claro. Ah! Y este cuarto oscuro es horrible. ¡Me siento como en una tumba!
Doña Patrona.- No cultives el odio de los demás, todos necesitamos de todos, incluso puedes llegar a necesitar la ayuda de esos “indios” trabajadores y nobles a quien desprecias, pero son tan valiosos como tú. Aquí en la Hacienda, la norma es el respeto, somos como una familia, Ana Victoria es como si fuera…mi hija y se respeta. ¡Lo quieras o no así será!
Arumi Andreína.- ¡Qué pronto se te olvidó tu hija muerta! O ¿la cambiaste acaso por una criada? Dime ¿acaso me trajiste aquí para que me ponga a lavar la loza y cocinar en los fogones? Yo no nací para esos menesteres. Así que ¡váyanse todos y ya déjenme descansar!
Y así sucede. La dejan sola, eso es lo que ocasiona una persona orgullosa y egoísta, solo se gana la soledad y el vacío en el corazón.
Al pasar los días, las cosas no parecen mejorar, los desplantes de Arumi Andreína continúan y su blanco es Ana Victoria, por lo cual Ana no estará presente en la cena de gala que se hará como bienvenida de Arumi y a la cual solo serán invitados los Hacendados y familias nobles de la región para que la joven conozca muchachas de su clase y pueda tener amigas. El día de la cena será el domingo, cuando ese día llega, en la cocina de la Hacienda es un ir y venir de olores y sabores, es el lugar secreto donde se cocinan los más suculentos platillos:
Alfonsina.- Martina ¿Crees que ya esté la sopa de arroz? ¡Ya huele!
Martina.- ¡Ya está! ¿Ya fue Jerónimo a desenterrar su tesoro? Hablo de la birria de chivo que fue cocinada en brazas de fuego en un hoyo bajo la tierra.
Alfonsina.- Sí, allá anda, los frijoles también están listos, además hay capirotada con pasas y pastel de guayaba.
Martina.- ¡Ana Victoria preparó agua de horchata y Jamaica, café y galletas de trigo con amaranto! Por cierto ¿en dónde está Ana Victoria?
Alfonsina.- La maestra Magali Curiel la llevará esta noche a la plazuela ¡Ojalá que se divierta! La acompañará Jacinta la hija de Belarmino también. ¡Estos días han sido muy difíciles para mi hija!
Martina.- Lo sé. ¡Esa señorita Aroma es tremenda!
Alfonsina.- Se llama Arumi, no Aroma.
Martina.- ¡Pues a mí me transmite un aroma a enfado que para qué te cuento, así que con ese nombre la llamo, tiene un nombre tan raro como ella. ¡Voy a llamar a Eustolia para que ya acomode los platos finos en la mesa del Comedor, ya llegaron las carrozas con la gente fina!
Alfonsina.- ¿En serio?
Martina.- Sí, yo vi cuando llegaron unos señores de traje y corbata y unos sombreros altos y elegantes y unas señoras copetonas con zapatos puntiagudos, medias y unos vestidos ampones y crinolinas debajo de ellos, eso sí, bien almidonados como si todo el día nomás lo tuvieran para arreglarse, y todas con unas joyas y aretes que nomás les brillan las orejas y los pescuezos.
Alfonsina.- La señorita Arumi Andreína dio órdenes de que ninguno de nosotros podía salir y aparecernos por el Comedor, solo Eustolia la otra sirvienta lo puede hacer, y como ella no nos ayudó para nada en hacer la comida, seguro tuvo tiempo para arreglarse para la ocasión.
Martina.- Lo que pasa es que Eustolia es una barbera y aunque la Aromi esa no la quiera, ella se le humilla y no haya como ganarse su favor.
Alfonsina.- ¡No sé cuánto vayamos a aguantar más aquí, somos trabajadoras, no esclavas, ni nos gusta que nos humillen! ¡Nadie debe ser humillado!
En el Comedor de la Hacienda, lo más distinguido de la Sociedad, está presente, algunos hacendados ricos están conviviendo con Don Fausto, Doña Patrona también disfruta de la ocasión, Arumi Andreína en cambio está aburrida con las jóvenes muchachas de la alta Sociedad. ¡Cuánto extraña estar con Pablo Fernando desde que lo conoció no puede dejar de pensar en él! Cuando lo ve es como si no existieran los días nublados, ni oscuros, es como si el sol radiante saliera de repente y le iluminara su día, su horizonte. Don Fausto les presume a sus amigos Hacendados que muy pronto estarán listas para usarse las vías del Ferrocarril, el nuevo tren que tendrá una Estación en Yurécuaro, Será una gran novedad para todos, afortunadamente para ellos es una experiencia ya vivida, pero ansían la inauguración de la Estación que invita solo al progreso de la región. Don Marcial el Anticuario interrumpe su jornada de la restauración de la Pintura del cuadro para atender a la invitación de Don Fausto a la Cena, así que le pregunta a su hijo Pablo Fernando si le gustaría estar presente:
Don Marcial Anticuario.- ¡Me gustaría que me acompañaras a la Cena!
Pablo Fernando.- No creo sentirme cómodo en ese lugar, nosotros no somos ricos, ni pobres tampoco, pero prefiero convivir con las personas humildes y sencillas.
Don Marcial Anticuario.- ¡Arumi Andreína también te invitó, recuérdalo!
Pablo Fernando.- También Obed el muchacho ciego me invitó a la Plazuela de Yurécuaro, ¡Quiero conocerla esta noche por ser domingo!
Don Marcia Anticuario.- ¿Sabías que Ana Victoria la hija de la cocinera estará también en la Plazuela? ¿Es por ella que quieres ir?
Pablo Fernando.- ¡Tal vez papá! ¡No puedo dejar de pensar en Ana Victoria, es tan hermosa!¡ Ella ilumina mi sol!
Plazuela de Yurécuaro:
Esta Plazuela tiene en construcción dos Portales, los cuáles debido a que aún no están terminados les llaman “Los Portales de Luz” por la luz del sol que reflejan en el día, el Portal oriente es “el Portal Iturbide” y el otro al sur de las Plazuela “el Portal Hidalgo”. Aún no hay kiosco, pero hay lo que parece un templete de cemento y un jardincito alrededor en el centro de la Plazuela. Es domingo y hay muchas personas, hay una banda de música o tambora que alegra la noche. En la parte de debajo de la Plazuela se ven a los hombres humildes, los cuales van vestidos con calzón blanco y camisa blanca, traen una faja en vez de cinto, uno ancho donde traen su dinero, les nombran “ víboras”, el dinero es de pura plata, no es de cobre. A este pedazo de tela también se le llama Tapio, sus sombreros son de petate o carrizo. La ropa que viste Ana Victoria y con la cual se ve hermosa por cierto es: una falda sabulina, la cual la sujeta con un ceñidor y deja sobresalir como 20 cm de tela para formar el famoso “rollo” de las tarascas. También lleva en aguas blancas de manta. La camisa se usa plegada sobre el pecho y espalda con una jareta a lo largo del escote, la trae bordada sobre los hombros con figuras de flores, rosas rojas, su reboso es azul, el peinado son dos trenzas con listones de colores y unos aretes de oro puro, que la hace lucir realmente hermosa.
Ana Victoria va tomada de la mano con Obed y le explica y describe lo que sucede en la Plazuela:
Ana Victoria.- Obed, ya estamos llegando al puesto de doña Concha, la vendedora de flores, de gardenias y gladiolas, también vende pétalos que los muchachos les avientas sobre el cabello a las muchachas en la plaza.
Obed.- ¿ya mero llegamos al puesto de las limonadas?, tengo sed.
Ana Victoria.-Sí, ya llegamos al puesto de don Roque, vende las mejores limonadas de aquí, Jacinta prefirió comprar un raspado de tamarindo para el calor.
En eso se acerca Pablo Fernando:
Pablo Fernando.- A mí se me antojó un duro con mucho chile, creo que tenía mucho tiempo sin comerlo.
Ana Victoria.- ¡Nunca pensé que te animaras a venir a la Plazuela! Habiendo una cena tan importante en la Hacienda.
Pablo Fernando.- Yo soy del Pueblo, y prefiero a mi Pueblo. Allá donde vivo, en La Piedad de Cavadas es igual de hermoso, ¡ojalá que algún día puedas ir y conocer por allá! Solo son varias horas de camino.
Ana Victoria.- ¡Ojalá suceda algún día!
Pablo Fernando.- Por lo pronto quiero darte algo con mucho respeto y cariño.
Pablo Fernando le da una hermosa rosa, y de otras a las cuales les ha quitado los pétalos los arroja suavemente sobre el cabello de Ana Victoria, cual si fuera una tela de seda que recorre su cabello. Ambos se miran a los ojos conectando sus pupilas, sus pensamientos y poco a poco su corazón. Más tarde, la profesora Magali Curiel llega con Ana Victoria a la Hacienda y se encuentra con Jerónimo y Alfonsina:
Alfonsina.- ¿Te divertiste hija?
Ana Victoria.- Sí mamá, aunque todavía siento mucha tristeza en mi corazón, desde que llegó la señorita Arumi Andreína siento temor de estar en la Hacienda. ¡Quisiera que nos marcháramos de aquí y nos fuéramos a vivir al campo, donde me pueda sentir libre. Arumi me hizo sentir como si no valiera nada, y me humilla cada vez que tiene oportunidad.
Maestra Magali.- ¡Pero tú sabes que eres muy valiosa! Nunca, nunca permitas que tu corazón se sienta vacío e inútil, vales más que el oro, porque cultivas lo más valioso, el amor al conocimiento y cultivas tu interior.
Alfonsina.- Sí hija,¡ no le des el gusto a nadie de que te vean derrotada y sufriendo!. Usted siempre debe estar con su frente muy en alto y con su dignidad muy firme, eso nunca lo olvide.
Jerónimo.- Además, no podemos irnos porque el hacendado don Fausto me mandó llamar para decirme que como eres la única joven que sabe leer y escribir te tiene asignado un trabajo muy especial en la Hacienda.
Ana Victoria.- ¿Cuál puede ser?
Jerónimo.- Tú vas a trabajar en la nueva tienda de comida que habrá aquí en la hacienda, allí se nos venderá comida, tragos y hasta ropa, cada que rayemos se nos rebajará plata de nuestro salario, nos van a fiar pues como se dice. Eso lo hacen para que no explote la revuelta de la rebelión y para aplacar tantito el hambre que todos tenemos, cuando los trabajadores saquen fiado, tendrán que poner su nombre como responsiva en una libreta, pero como ninguno sabe leer ni escribir, dice don Fausto que al menos pondrán una raya, por eso a la tienda le dice “La tienda de raya” y tú estarás ahí trabajando.
Ana Victoria.- ¿Y si nos esclavizamos más con las deudas?
Jerónimo.- De qué me sirve tener diez, si sé contar hasta seis, mi pobreza, no será mi oscuridad, eso sí te digo… CONTINUARÁ… ESCRITA POR FRANCISCO MURILLO MÉNDEZ.

CAPÌTULO 4: “LAS FRÌAS CENIZAS DE UN INFIERNO APAGADO”

Jerónimo y Belarmino en la cueva misteriosa han encontrado un cuadro dañado, con la pintura de lo que piensan podría ser la imagen de Edith la hija de los hacendados:
Jerónimo.- ¡Creo que este cuadro puede cambiar la vida de muchas personas!
Hacienda La Semilla: Yurécuaro Michoacán.
En la Hacienda, todos están sorprendidos por un acontecimiento al parecer único, y es la llegada de una bandada de hermosas aves, calandrias de pecho rojo oscuro quienes se sitúan en los árboles que rodean los alrededores de la casa y causan la admiración de propios y extraños con su hermoso tintineo y canto alegre. Pero sorprende porque el volumen de su canto va aumentando de menos a mas hasta aturdir a todo quien lo escucha, así que nadie puede ignorar lo que sucede. Hay quienes dicen que este fenómeno es realmente extraño pues pareciera que alertan de algo por suceder, ya sea bueno o malo, algo claro u oscuro, pero en realidad su canto anuncia más la alegría de vivir que alguna tristeza en camino.
Jerónimo y Belarmino llegan a la Hacienda llevando el maltratado cuadro o pintura que han encontrado y se quedan sorprendidos al ver a los cientos de calandrias que vuelan y se aquietan en las ramas de los árboles con su bullicio, pero están más sorprendidos aún al ver a don Fausto Escobar, el Hacendado, quien ha salido también de su cuarto de tiricia y de sus profunda soledad, lo ven parado, quieto, con su vista fija y pensativa, en su mundo, un mundo propio que invita a regresar, a tener buen juicio y asimilar lo que significa la vida. Los dos mayordomos de La Hacienda tienen una conversación acerca de ello:
Jerónimo.- ¿Ya viste al Patrón junto al árbol?
Belarmino.- Sí y créeme que estoy muy sorprendido, ya tenía meses encerrado en ese cuarto sin querer ver a nadie, yo sentía tristeza por él, se supone que nosotros los peones y los trabajadores somos quienes podríamos sentirnos tristes y derrotados por la pobreza en la que vivimos, y porque a veces comemos solo dos veces al día, pero en realidad le buscamos el lado bueno de la vida y de las cosas y creo que hemos podido salir adelante, hemos aprendido a sobrellevar nuestra pobreza con un sentir de abnegación.
Jerónimo.- Eso nos ha pasado a nosotros, pero afuera, los demás peones están al borde de rebelarse y atacar la Hacienda, y en parte pudiera ser comprensible, pues a veces la comida escasea tanto que se puede caer en la desesperación y me temo que los cabecillas de la rebelión puedan animar a los demás para cumplir sus amenazas. Dime Belarmino, ¿Si sucediera una rebelión contra don Fausto, participarías?
Belarmino.- Yo la verdad no, don Fausto me ha ayudado desde que llegué de España y estuve a punto de morir, soy un español muy mexicano y sé agradecer cuando alguien hace algo bueno por mí. ¡Yo creo que todo a su tiempo Jerónimo!
Jerónimo.- ¡Pobrecito del patrón, piensa que el pobre soy yo! Sabes quién va mas lejos ¿Si la montaña o el cangrejo?, a veces el rico ignora que lo más valioso no se puede comprar nunca con el dinero, ni la felicidad, ni la vida, ni los sentimientos.
Don Fausto se percata de la presencia de los hombres, y les dirige la palabra:
Don Fausto.- ¿Hermoso espectáculo no? ¿Se puede saber donde han estado?
Belarmino.- Estuvimos en la cueva, de la cual le platiqué hace unos días, encontramos algunos objetos y quiero que vea uno en especial. Es un cuadro o pintura, dañado con una gruesa capa de pintura negra que oculta el retrato de alguien, ¿me gustaría saber a quién le recuerda el marco?
Don Fausto se queda helado al observar el maltratado cuadro, y decenas de recuerdos cruzan por su mente en instantes, como luces intermitentes que se encienden y se apagan, como creando conexiones cerebrales que estaban desconectadas por el paso del tiempo y la llegada de la tristeza y la desilusión.
Don Fausto.- ¡¡El cuadro de la pintura de Edith!! ¡No lo puedo creer! Me gustaría tanto poder volver a verla aunque sea en esta hermosa pintura. No hay duda, es el mismo cuadro. Inmediatamente mandaré llamar a don Marcial Jiménez, el anticuario que trabaja con Don José María Cabadas, allá en el pueblo donde se pide piedad, para que se acabe el azote de la peste, que dejó cientos de muertos en la región, yo soy testigo de que incluso a algunos los sepultaron vivos. Siento que él podría restaurarlo como se debe. ¡Vamos al cuarto de pago para actuar cuánto antes, sé que este suceso me devolverá la motivación de seguir viviendo, solo quiero pedirles que sean muy discretos con mi esposa, todavía una impresión como esta la puede hacer recaer, son muchos recuerdos de regreso en nuestras mentes!
Mientras tanto, en la zona de las parcelas de avena, se encuentran Ana Victoria, Jacinta su amiga y Obed el joven ciego platicando también de la vida de los ricos:
Ana Victoria.- ¡Siento que nunca voy a entender a la gente rica, no los veo felices!
Obed.- ¡Las penas no permiten ser felices a las personas, aunque tengan oro y plata a montones! El Hacendado tiene dinero, mucho, pero no puede devolverle la vida a su hija.
Ana Victoria.- Por eso, el pobre debe luchar por las riquezas que no se acaban, ni se destruyen, ni se van, las riquezas del corazón.
Jacinta.- Hablando de la hija de los patrones ¿Y ustedes vieron el torzal de la señorita Edith? ¡Platíquenme más de eso!
Ana Victoria.- ¡Es un torzal hermoso, todo de oro, y con un medallón con unas rosas grabadas en su interior, es realmente precioso y mas valioso sentimentalmente para los patrones.
Obed.- Yo no lo puedo ver, pero Ana Victoria me lo prestó para que lo tocara y lo sintiera, realmente ¡me transmitió mucho amor, pero también un gran vacío, una gran ausencia, yo sentí el medallón tan frío!.
Jacinta.- Pues también escuché que hay una gran mitote por la llegada de la sobrina de don Fausto, dicen que tiene un nombre rete trabajoso, yo apenas y me lo aprendí, se llama Arumi Andreína, dicen que ella se da mucha importancia y viene con un don de mando que solo le corresponde a los hombres y por supuesto al Patrón, ¡yo creo que va a salir lumbre de los portales de la Hacienda!
Ana Victoria.- ¡Creo que debemos regresar a la Hacienda! Hoy también tengo que visitar a doña Patrona en su cuarto para leerle, en todos estos días he aprendido mucho y hoy quiero leerle algo especial.
Al llegar a la Hacienda, Ana Victoria se encuentra con la novedad de que doña Patrona está más enferma aún debido a otro suceso inexplicable, el medallón de las rosas junto con el torzal de oro que perteneció a la señorita Edith, la hija de los patrones ha desaparecido. Eustolia la sirvienta envidiosa ha visto la oportunidad para culpar a Obed del robo, mientras que Martina no puede dar crédito a lo que escucha:
Don Fausto.- ¡Pero Patrona, busca bien el medallón entre tus cosas, seguro y ahí debe de estar!
Doña Patrona.- Toda la mañana me la pasé buscándolo entre la cama y el cuarto y no hay absolutamente nada, ¡alguien lo tomó mientras salí para ver a las calandrias y me lo robó, sabía que era lo único que guardo de recuerdo de mi hija y ni así tuvo compasión!
Eustolia.- Yo vi cuando Obed iba saliendo del cuarto hace unas horas, sospechosamente, como ocultando algo, ¡este joven no tiene respeto de Dios ni temor y miedo al mismísimo fuego del infierno, donde el fuego nunca se apaga y se sufre un tormento eterno que nunca tendrá fin! ¡Imagínense el dolor de las llagas calcinadas en la piel y el retorcerse de dolor, un dolor de muerte, pero nunca se podrá morir ahí, será un dolor insoportable! Y para allá va, sin lugar a dudas.
Obed.- ¡Mentira! ¡Yo no robé nada!
Alfonsina y Jerónimo están ahí presentes y no pueden creer las palabras de Eustolia, ni que Obed haya robado el medallón, pero principalmente no pueden permitir que se difame a Dios y su amor.
Jerónimo.- ¡Es mentira todo lo que has dicho Eustolia! Dios no ha contemplado nunca causar el sufrimiento de la obra de su creación, Él nos creó porque siente amor, no porque sea un buscador de faltas indefinidas y esté listo para castigar a una persona que fue mala en su vida, con la finalidad de hacerlo sufrir en un infierno de fuego por toda la eternidad. En la antigüedad, había pueblos que ofrecían a sus hijos en sacrificio a los dioses falsos y Dios expresó que no aprobaba estas detestables prácticas abominables. Además quien decide no amar la vida, y causar daño y destrucción está mostrando lo que realmente quiere, morir, y el castigo para ellos es precisamente la muerte, lo contrario a la vida, si la vida es existir, la muerte es la inexistencia.
Eustolia.- ¡Pero muchas personas buenas, se mueren, ellas no merecen morir!
Jerónimo.- La recompensa es la resurrección, y quien no ama la vida, Dios la juzgará y quizás decida que no resucitará por no haberse arrepentido nunca, así no podrá hacer mas daño pero el único juez es Dios, solo Él y nadie más.
Mientras hablan, doñas Patrona observa como algo cae de una de las bolsas del mandil de Eustolia y se queda asombrada al descubrir el fino torzal con el medallón.
Doña Patrona.- ¡Eustolia, deberías zurcir mejor tu mandil, voltea hacia al suelo! ¿Qué es lo que ves ahí tirado?
Todos voltean y surge un gran silencio:
Doña Patrona.- ¡Ya no hay nada más que hablar, Eustolia, tú y yo tenemos mucho que platicar!
Pasan dos semanas:
La Hacienda se empieza a vestir de colores verde y rojo con la llegada de la primavera, además los invitados comienzan a llegar. La nueva Carreta de viajero llega a la Hacienda, llegan don Marcial Jiménez, hombre de unos 65 años de edad, es anticuario de renombre y está dispuesto a devolverle la vida y la imagen al cuadro dañado. Lo acompaña su hijo Pablo Fernando de 22 años, un joven apuesto que impresionaría hasta la joven más exigente de la más alta sociedad. Don Fausto los recibe con un rostro de esperanza, sabe que al menos pueden devolverle un poco de luz a su horizonte:
Don Fausto.- ¡Bienvenidos a la Hacienda “La Semilla”!
Don Marcial.- ¡Llegamos muy complacidos al ver lo hermoso que es este lugar, mi hijo Pablo Fernando cree que este lugar puede ser tan atrayente como para quedarse a vivir!
Don Fausto.- La vida nos tiene reservadas grandes sorpresas, y en realidad todo puede suceder, así que este jovencito podrá realizar sus sueños, aquí o en otro lugar, pero las puertas de la vida están abiertas para él, para todo lo que se proponga hacer.
Pablo Fernando.- Desde que llegué tengo la sensación de que seré útil en este lugar y no solo como ayudante del anticuario.
Don Fausto.- ¡Belarmino llevará sus maletas! Mientras nosotros iremos a ver el cuadro de la pintura de mi hija, ¡urge que esa capa de pintura negra desaparezca!
Don Marcial el Anticuario.-…Y desaparecerá con toda seguridad, poco a poco la figura de la imagen irá apareciendo poco a poco, como la luz del alba va saliendo después de una noche oscura, hasta que el día queda firmemente establecido.¡ Muy pronto volverá a ver la imagen de sus hija Edith!
Más atrás, en el camino, otra carreta va dirigiéndose a la Hacienda, en ella va la Señorita Arumi Andreína, una bella joven de piel blanca, y de cabello castaño claro, ondulado, sus ojos radiantes azules, muestran una soberbia, capaz de hacer sufrir a los demás con el conocimiento de que la primera en sufrir será ella misma. Jerónimo va a su encuentro para darle indicaciones al carretero, y Arumi Andreína al ver el hermoso caballo en el que va Jerónimo que por cierto se llama “Centella”, pide montarlo para irse en él:
Arumi Andreína.- ¡Quiero terminar mi viaje desde Europa hasta aquí montada en ese hermoso caballo!
Jerónimo.- Creo que habrá algunos problemas, “Centella” últimamente ha estado muy nerviosa, algo raro le pasa, creo que podría ser peligroso para usted señorita.
Arumi Andreína.- Dije que quiero subir, ¡Es una orden! O pediré que te corran de la Hacienda.
Jerónimo.- Haga lo que quiera, pero es mi responsabilidad llegar con usted sana y salva hasta la presencia de sus tíos.
Arumi Andreína.- No estoy acostumbrada a que me nieguen misa deseos, no volveré a pedírtelo de nuevo.
Jerónimo.- Si así lo quiere usted, bajo su propio riesgo cae.
Andreína sube al caballo y Jerónimo sube a la carreta, falta poco para llegar a la Hacienda. Al principio todo marcha bien, pero ella va jalando las riendas de “Centella” con brusquedad, y cuando menos piensa y ya casi al llegar, el caballo termina enfureciéndose y corriendo a toda prisa, relinchando hace caer a la joven, quien termina tirada en el suelo desmayada.
Don Fausto, quien va con don Marcial “el Anticuario” y su hijo Pablo Fernando caminando por las afueras de la hacienda ven lo sucedido y Pablo Fernando corre para ayudarla, cuando Arumi Andreína reacciona se queda impactada al ver al apuesto joven. Mientras que Ana Victoria también corre a ayudar con unas toallas y alcohol. Al verla, Pablo Fernando se queda mudo al encontrarse con la hermosa Ana Victoria.
Pablo Fernando.- ¿Pero… quién eres tú?...
CONTINUARÁ…. Escrita por Francisco Murillo Méndez.

martes, 13 de abril de 2010

CAPÍTULO 3: “EL VALIOSO TESORO DE AMAR A NUESTROS SERES QUERIDOS”.

.Esto fue lo que sucedió en el capítulo anterior no. 2:
Jerónimo, Alfonsina su esposa y Martina la partera emprenden la huida del pueblo de Yurécuaro en una noche oscura, van hacia la Hacienda “ La Semilla” de don Fausto Escobar y doña Patrona Hernández, logrando llegar hasta ella a salvo del ataque de los soldados Insurgentes y con su hija la pequeña Ana Victoria en sus brazos. En la Hacienda se encuentran con Belarmino, capataz y amigo de Jerónimo quien le brinda todo su apoyo. Pasan 18 años y Ana Victoria es una bella joven inteligente, valiente, mientras está con sus amigas y su amigo Obed, quien es ciego y de su edad, su padre Jerónimo le informa que la peste del cólera asiático ha regresado a Yurécuaro y temen porque saben que lo peor está por suceder. ¡Sigue leyendo esta interesante historia a continuación!
Jerónimo.- ¡Doña Patrona, la esposa del Hacendado está muy enferma! Se teme que sea la peste del Cólera Asiático que ha regresado a abismar al pueblo.
Ana Victoria.- Pero… ¿tan rápido enfermó? Ayer en la mañana, estaba perfectamente bien de salud, hasta me pidió que cortara en trozos una calabaza de cáscara dura para cocerla en piloncillo para la cena.
Jerónimo.- ¡Así son las enfermedades, llegan de repente y tardan tanto en irse…si es que algún día se van!
En eso llega Belarmino el capataz, acude en su caballo hasta el lugar donde se encuentran Jerónimo y Ana Victoria platicando, unos campos de pastizales, donde se encuentran los árboles de guamúchiles más grandes de la región:
Belarmino.- ¡Jerónimo, doña Patrona quiere ver a tu hija Ana Victoria en este momento!
Jerónimo.- ¿Cómo está la Señora? ¿Ya llegó el médico de Tlazazalca?
Belarmino.- Sí, ya la revisó el médico, escuché que afortunadamente no está enferma de la peste del Cólera, pero sí de una fuerte hepatitis, ¡La Señora tendrá que estar en reposo por muchos días!
Ana Victoria.- ¡Gracias a Dios que no fue la peste! ¡Enseguida iré don Belarmino!
Belarmino.- Señorita Ana Victoria, llévese mi caballo, yo me iré con Jerónimo enseguida, me gustaría que viera una cueva misteriosa que encontré y donde creo que hay rete harto oro, la encontré por casualidad hace unos días y se la quiero mostrar, ¡espero y no tenga miedo de entrar!
Jerónimo.- ¡Por supuesto que entraremos Belarmino, faltaba más!
Ana Victoria.- ¿Y Obed?
Jerónimo.- Obed ya se adelantó a irse a la Hacienda hija, seguro que allá te los vas a encontrar.
Ana Victoria, de hermosa apariencia, se monta en el fino caballo con una facilidad increíble, pues ella creció en el monte, entre parcelas y caballos, entre carretas y peones, entre sazones de sal y azúcar, pan y tamales y atole de masa. En el horizonte se ve la silueta de Ana en su caballo como una postal.
Hacienda “La Semilla”: El cuarto de doña Patrona es el último de los cuartos que están junto a los frescos portales de la Hacienda, pero aún en el día, cuando afuera el sol está en todo su esplendor, adentro donde descansa la Señora en su cama está tan oscuro, solo una vela encendida ilumina tenuemente el entorno, la vela deja apenas ver la silueta de doña Patrona envuelta en varias sábanas. Ella está muy cansada, le duelen todos los huesos y siente como si hubiera caminado por días y días sin descanso. Afuera de la Habitación se encuentra Eustolia, sirvienta de la Hacienda, quien a sus casi setenta años, es de confianza en la Casa Grande, pues ella ya tenía varios años de servicio cuando hace 18 años llegaron Jerónimo, Alfonsina y Martina la partera, pero a veces siente mucho coraje y envidia pues siente que desde la llegada de ellos, ella ha perdido influencia en la Casa. Ana Victoria y Obed llegan hasta el cuarto de doña Patrona, ahí afuera está Eustolia:
Eustolia.- ¡La Señora te está esperando con impaciencia desde hace rato Ana Victoria!, pero mencionó que solo te quería ver a ti, siento que Obed no debería entrar.
Ana Victoria.- ¡Obed no entrará, me esperará aquí afuera!
Obed.-Sí Eustolia, ¡Yo estaré aquí regando las flores de las malvas de los portales!
Eustolia lo mira con mucho coraje y cinismo:
Eustolia.- ¡A veces dudo que seas ciego! No se te dificulta nada, a veces pienso que solo finges tu ceguera solo para causar la lástima de Martina la partera, ella te crió desde que te abandonaron tus padres, debes de estar muy agradecido con ella, le quitaste la amargura de ayudar a las mujeres a parir y ella siempre con su vientre vacío, fuiste como un regalo que un buen día ella se encontró en el camino ¡y por lástima te cuidó!
Obed.- ¡Mi madre Martina nunca me ha tenido lástima! ¡Yo siento su amor y su cariño sinceros hacia mí! Siempre me ha respetado y valorado, por ella soy quien soy y me puedo valer casi por mí mismo.
Eustolia.- ¡Tarde o temprano veremos en realidad quien eres Obed, de eso no habrá duda!
Mientras tanto, Ana Victoria entra al cuarto de doña Patrona:
Doña Patrona.- ¡Entra con confianza Ana Victoria y acércate hasta mi cama!
Ana Victoria camina entre las sombras, entre la oscuridad debido a que no hay ni una sola ventana en el cuarto que dé luz del exterior.
Ana Victoria.- ¿Me mandó llamar Señora? ¿En qué puedo servirle?
Doña Patrona.- ¡Me siento muy débil y cansada! De toda la servidumbre, sé que tú me serás muy útil, además ya sabes que te estimo como si fueras… mi hija. Pues te conozco desde que tenías un par de días de nacida, sé que eres muy valiente, lo sé, además ¡me recuerdas tanto a ella!
Ana Victoria.- ¿A ella? ¿A su hija?
Doña Patrona.-Sí. Me recuerdas a mi hija, pero es muy doloroso para mí hablar de ella, ¡Hace ya tantos años que falleció! Sabes, ¡A veces me siento tan vacía! Fausto mi esposo y yo hemos descubierto que en realidad no somos felices, ni lo seremos completamente con esa herida que nunca se cerrará. Bueno ¡Basta de lamentos! Te mandé llamar porque eres la única joven en toda la Hacienda que sabe leer y escribir ¿No es verdad?
Ana Victoria.- La maestra, la Señorita Magali Curiel me ha enseñado la lectura y la escritura, no tengo con qué pagarle toda su atención dedicada a mi persona.
Doña Patrona.- ¡Mira, acércate y toma la vela encendida y camina hacia aquella pequeña mesa, ahí tiene un cajón, dentro de él se encuentra un antiguo libro, tráelo hacia mí, quiero que me leas un poco de él!
De repente, la vela se apaga, todo se queda oscuro, Ana Victoria apenas y puede caminar, siente como si de repente todo le diera vueltas y su vista se nubla, y el corazón se le quiere salir de lo aprisa que le late, se siente como si estuviera dentro de un enorme hoyo negro, incluso siente que se le dificulta respirar, cree que se va a desmayar. Cuando vuelve a encender el fósforo y el cuarto apenas y se ilumina, siente fuertes náuseas y quiere vomitar. Doña Patrona comienza a gritar pidiendo ayuda:
Doña Patrona.- ¡Eustolia! ¡Martina! ¡Alfonsina!
Martina va pasando por ahí, cuando escucha su nombre y acude, Eustolia también entra, Obed deja el pequeño jarrón de agua y va.
Doña Patrona.- ¡Ayuden a Ana Victoria que está a punto del desmayo! ¡No sé qué le pasa a esta muchacha!
Martina.- ¡Ana Victoria! ¿Qué tienes?
Obed.- ¡Ana! ¡Ana!
Eustolia.-¡ Saquémosla de aquí, necesita aire fresco!
La sacan hacia los portales para que se refresque un poco, Alfonsina su madre llega a toda prisa, muy preocupada:
Alfonsina.- ¡ Ana Victoria, hija qué te pasó?
Ana Victoria.- No sé, de repente no podía respirar y sudaba frío, sentía miedo a la oscuridad, pensé que iba a morir.( Llora desahogándose).
Martina.- Eso ya te ha pasado varias veces.
Eustolia.- Esta muchacha está exagerando, lo único que quiere lograr es llamar la atención de la Patrona.
Alfonsina.- ¡Eso no es verdad Eustolia, y bien lo sabes que Ana Victoria no es así!
Martina.- Así es. Nosotras sabemos la verdadera razón de los ataques de miedo, Ana Victoria nació hace 18 años en una cueva, en un hoyo oscuro, un sótano, ¡Vaya recibimiento que le dio la vida! Lo primero que vio fue la oscuridad, después la luz, pero no del sol, sino de un pueblo que ardía en llamas. Todo eso quedó bien grabado en su mente, además Alfonsina estaba muerta de miedo antes de dar a luz, todo eso se transmite de madre a hija.
Ana Victoria.-Siento que hay mucho de cierto en tus palabras Martina, pero ¡no me voy a rendir! Y voy a superar mis miedos ¡Voy a volver a entrar con la Señora, pero quiero que me acompañe Obed y encenderé dos velas más.
Eustolia.- ¿Y de qué te puede servir la compañía de este pobre ciego lisiado?
Martina (Con coraje y valor).- ¡Mide tus palabras Eustolia! Obed está capacitado para todo lo que se proponga, si es posible, él mira mejor que tú.
Eustolia se marcha muy molesta.
Obed.- Mamá, no tiene caso discutir con ella, no pierdas tu energía en cosas vanas, ambos sabemos de lo que somos capaces, y eso es lo que cuenta. ¡ Te quiero mucho! ( La abraza).
Martina.- No Obed, no voy a permitir que alguien te humille, eres mi hijo y vales mucho, si se puede vales más que muchos que ven y oyen con los ojos de afuera, porque tú, puedes ver por dentro.
Obed acompaña a Ana Victoria al interior del cuarto nuevamente, y encienden dos velas más. Dentro, doña Patrona le pide a la joven que le lea una parte de los Salmos: el 23.
Ana Victoria ( Leyendo).- “ El Señor es mi Pastor, nada me faltará. En prados herbosos me hace recostar, me conduce por descansaderos donde abunda el agua… Aunque ande en el valle de sombra profunda, no temo nada malo, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado son las cosas que me consuelan…”
Doña Patrona.- ¡Es un texto hermoso!
Obed.- Pero tengo una pregunta, comprendo que el Pastor es Dios, pero si todos tenemos un nombre, por ejemplo, el señor Jerónimo, el señor Fausto ¿Cuál es el nombre de Dios?
Doña Patrona.- El Salmo 83: 18 te contestará esa pregunta Obed. Recuerdo que mi hija, quien se llamaba Edith me hizo la misma pregunta.
Ana Victoria.- ¿Cómo era su hija?
Doña Patrona.-Mi hija era tan hermosa como tú. Su imagen la tengo bien grabada en mi mente, pero principalmente en mi corazón, desde que murió hace 18 años mi vida es muy difícil de vivir. ¡Mira te voy a mostrar algo que guardo de ella con mucho amor!
Saca de entre su almohada un torzal de oro, con un medallón, con unas rosas dibujadas en oro en su interior, ¡es realmente precioso!
.- Esta joya perteneció a Edith y es lo único que guardo de ella, mira en una ocasión, un Pintor de apellido Molinar, muy afamado vino a pintarnos a Fausto y a mí una pintura de los dos, y al ver a Edith quedó tan fascinado con su belleza que la pintó también, pero su cuadro fue robado cuando asaltaron la Casa Grande. ¡Nunca la pudimos recuperar! Desde entonces Fausto mi esposo, no ha podido superar la pena y la tristeza y a veces pasa largas jornadas encerrado en sí mismo, en su mundo.
Ana Victoria.- ¡Cómo me hubiera gustado conocer a Edith aunque sea en la pintura!
En el Monte de León, Cerrito, están Jerónimo y Belarmino. Se le llama así a este lugar porque tapiza su suelo y su tierra una planta que lleva el nombre de León, y ahí están ante la entrada oculta de una cueva misteriosa, todavía uno se puede confundir y no ver nada, pues la entrada está tapizada de matorrales que distraen la atención de quién pasa por ahí:
Belarmino.- ¡Vamos a entrar con algo de dificultad! Traje dos velas y varios fósforos, pero antes de entrar vamos a dejar bien claro cómo vamos a quedar con el tesoro o botín, que sea mitad y mitad sin envidia ni desacuerdos.
Jerónimo.- Belarmino, he visitado cueva tras cueva, escarbado bajo los árboles y nunca he encontrado el tan ansiado tesoro que siempre he buscado.
Belarmino.- Pues tengo entendido que hace 18 años escarbaste un hoyo enorme en tu casa, una cueva y que en esa noche de fuego, en ese sótano cuan do llegaste te encontraste con el más lindo tesoro, tu hija Ana Victoria.
Jerónimo.- Así es, ella es mi más preciado tesoro, oye Belarmino ¿Por qué estás tan seguro de que aquí en esta cueva sí hay algo valioso?
Belarmino.- Porque encontré muestras de que aquí estuvieron personas de dinero, mira te voy a mostrar algunos objetos.
El capataz ilumina con la vela un rincón de la cueva y se puede ver en el suelo, los restos de un fino vestido bordado, y algo que parece ser una pintura, un cuadro.
Jerónimo.- ¡Esto parece ser una pintura de algo o de alguien, solo la gente rica es la que las manda hacer, pero no se ve ninguna imagen, todo el cuadro está negro, como si alguien intentara borrar u ocultar la identidad y lo logró.
Belarmino.- ¿Sabes algo? Tengo la vaga sensación de que el marco y el tamaño de la pintura yo ya lo había visto antes en la Hacienda, en la Casa Grande.
Jerónimo.-¡ Pues vamos a llevarlo y le preguntamos a la maestra Magali y a su esposo Leonel acerca del cuadro, ellos saben mucho de todo eso!
Belarmino.- Sí, eso haremos, presiento que este cuadro puede cambiar mucho la vida de muchas personas…
CONTINUARÁ ESCRITA POR FRANCISCO MURILLO MÉNDEZ.
Un agradecimiento especial a:
María Esther Meza Arellano
José Chavez Rodríguez y Elidia Oyuki Solorio Morales quienes forman el Equipo FUJIFILM y su atención tan amable y amigable en la toma de fotos.