sábado, 20 de marzo de 2010

CAPÍTULO 2: “LOS BRILLANTES OJOS DE UN POETA CIEGO”

Si te perdiste el primer capítulo de la Historia. Esto fue lo que sucedió:En el Yurécuaro antiguo, los Insurgentes, soldados comandados por un hombre con poder, queman varios pueblos, incluyendo Yurécuaro. En esa noche Alfonsina da a luz a una niña hermosa, en medio de la oscuridad de un escondite secreto, construido por Jerónimo su esposo, un lugar oculto entre tanta luz del fuego que cubre el pueblo como manto. Martina mujer madura, quien es amiga de Martina, será aliada de ellos en su huida para salvar su vida. María de la Luz Rico, hermosa joven del pueblo, prefiere morir, que perder el valioso tesoro de la castidad. ¡Continúa leyendo esta gran historia a continuación! Jerónimo, esposo de Alfonsina vuelve a la casa y entra al escondite secreto, con telarañas y humedad, entra sigilosamente, Alfonsina está muy preocupada por su sobrina Ma. De la Luz:Alfonsina.- Dime Jerónimo ¿Encontraste a María de la Luz? ¿Viene contigo? Jerónimo.- ¡María de la Luz descansa, ella duerme en profunda paz!Alfonsina.- ¿Y el tata Nacho?Jerónimo.- Tu hermano Isidro y sus hijos se lo llevaron en un petate al cerro. Allá en el monte ellos tienen su escondite. Alfonsina no ha comprendido que el sueño de María de la Luz es el sueño eterno de la muerte y que duerme, sí en profunda paz.Alfonsina.-Jerónimo ¿y nosotros cuando nos iremos de aquí?Jerónimo.- ¡Esta misma noche!Martina la partera se impacta al oír estas palabras:Martina.- Pero… ¡es muy pronto, Alfonsina necesita reposo y la niña puede enfermar o morir! ¡Es muy peligroso este viaje! Tengan compasión de esta criatura.Jerónimo.-Si nos quedamos aquí, la vida de la niña y de todos sigue corriendo peligro, además corremos el riesgo de que nos lleven prisioneros al Fuerte de San Gregorio y esa caminata tampoco la aguantarán Alfonsina y la pequeña Ana.Alfonsina.-¿ Ana? La niña se llamará Tabita.Jerónimo.- Se llamará como tu mamá, Ana, pues yo se lo prometí y lo voy a cumplir.Alfonsina.- Está bien. Lo importante es que estemos a salvo de la violencia que reina en el pueblo.Con mucha dificultad, Jerónimo ayuda a Alfonsina a salir de la humilde casa destruida por el intento de incendio, Martina lleva a la pequeña Ana en sus brazos, quien pareciera ser cómplice de ellos y de la huida, pues no llora, sino que duerme, como ignorando la cruda realidad. Al amparo de la oscuridad y de la luz de la luna llena, caminan buscando un refugio, con una esperanza de encontrar una luz en el horizonte. Cuando llevan unas horas de camino, Alfonsina pide que se detengan, se siente muy mal:Alfonsina.- ¡Creo que no voy a llegar, me siento muy débil! ¡Déjenme y continúen ustedes! Además se oye que vienen caballos y los soldados. ¡Váyanse y salven a nuestra pequeña!Martina.- ¡Dios mío, estás ardiendo en fiebre Alfonsina! Déjame que te acostemos sobre la maleza, y no, nunca pienses eso, de que te vamos a dejar.Jerónimo.- Sí Alfonsina, tienes que llegar y seguir con nosotros, ¡nuestra hija te necesita más que nunca!Martina.- ¡Aguanta Alfonsina! El hecho de que hayas estado en esa cueva, en ese sótano tan sucio, te pudo haber infectado de algo. Lo que me preocupa es el ombligo de la niña, yo la siento calientita.Jerónimo.-Parece que están muy cercas los soldados de aquí. ¡Vamos a escondernos cercas de aquella zanja!Martina.- ¡Ojalá no llore esta niña! Necesita comer, ¡necesita ser muy fuerte!Mientras ellos se ocultan entre el follaje, los soldados pasan con su caballería arrastrando a dos hombres, quienes sujetos y atados de ambas manos van sufriendo el camino hacia una muerte cruel y segura.Alfonsina.- ¡Mi niña no vayas a llorar! Sé fuerte para que no nos descubran.Cuando por fin parece que los Insurgentes se han ido Martina descubre por el olor, un pequeño árbol de fresno, corta algunas de sus hojas frescas y se las da a Alfonsina para que las mastique y tome el agua que necesite para soportar el trayecto.El alba comienza a iluminarse, se ha terminado la noche, hay una neblina blanca, que puede confundir con humo blanco, pero poco a poco y a través de ella se puede ver a lo lejos la Casa Grande del Patrón, la Hacienda nueva, llamada “La Semilla”. Jerónimo está sorprendido y comienza a reírse con sonoras carcajadas, fuera de sí, pues ahí está el refugio, por fin podrán comenzar una nueva vida. Alfonsina y Martina también sonríen. Jerónimo abraza a la pequeña Ana y con toda firmeza le dice mirándola a la carita:Jerónimo.- ¡Has tenido aguante! ¡Has ganado tu primera batalla y tenido tu primera gran victoria! Desde hoy tu nombre será Ana Victoria, mi niña valiente, mi Ana Victoria.Al poco rato se encuentran ya en la Casa Grande o Nueva Hacienda llamada “La Semilla” donde Alfonsina es atendida y Martina se encarga de la niña. El capataz de la Hacienda, un hombre ya maduro, pero fuerte llamado Belarmino se encuentra con Jerónimo y lo reconoce:Belarmino.- ¡Veo que cumpliste tu palabra de venir!Jerónimo.- Lo dije y lo cumplo. ¡Quiero trabajar y servir en la Hacienda desde hoy y ojalá por muchos años!Belarmino.- ¡Así puede ser! ¡Tú me salvaste la vida hace tiempo Jerónimo! Y eso nunca lo olvidaré, aquí tendrás todo mi apoyo, considera la Hacienda como tu nuevo hogar para ti y tu familia.Jerónimo.- ¡Así será! Lucharé para que este sea nuestro hogar de mi pequeña Ana Victoria, aquí la veré crecer hasta que se convierta en toda una señorita ¡ya lo verás, ya casi la puedo ver!A veces con los ojos de la imaginación podemos ver tantas cosas, y a veces la realidad es tan difícil de ver, el tiempo se pasa volando, como volando se va la vida y los años.1834, AÑOS DESPUÉS: CASA GRANDE, HACIENDA “LA SEMILLA”:Han pasado 18 años, la Hacienda está progresando, se ve mucho movimiento en ella, pero permanece la calma. El hacendado es Don Fausto Escobar, hombre recio, pero en el fondo, noble. Sufre de tiricia o tristeza, ya que siempre está encerrado en el cuarto de la ventana del campo de maíz, donde no se ve nada y el verde del maizal tierno, refresca y calma la más dura de las conciencias. En la cocina de la Hacienda, Alfonsina trabaja de cocinera junto a Martina y debido a su rico sazón se ha ganado el respeto del hacendado Don Fausto Escobar y su esposa doña Patrona Hernández. Es una cocina impresionante, con montones de platos y tazas de barro, cazuelas y comanjas frescas que sudan agua cristalina, para calmar la sed de los peones después de una larga jornada de trabajo. La cocina se impregna de las verduras frescas, ajos, cebollas, perejil y cilantro, chiles secos que cuelgan de un lazo, y ahí está Alfonsina cocinando como nadie, vigilando que los ingredientes de cada comida bailen la danza del sabor de México, de ese México de 1800 que respiraba un viento de incertidumbre.Mientras tanto Jerónimo labora como mayordomo en las tierras de maíz, frijol, papa y cacahuate, y ahora busca por las parcelas cercanas a su niña, porque aún a sus 18 años que tiene Ana Victoria, para él sigue siendo su niña. A lo lejos la puede ver corriendo con dos de sus amigas:Jerónimo.- ¡Ana Victoria! ¡Tu madre te busca con insistencia!Ana Victoria es una joven realmente hermosa, morena clara, de cabello negro largo y ondulado, quien parece no escuchar el fuerte grito de su padre, pero Obed un joven de su edad se lo recuerda:Obed.- ¡Ana Victoria, tu padre te grita!.Ana Victoria.- ¡Ya voy Obed, seguro mamá quiere que me vaya a encerrar de nuevo en la cocina, yo no quiero ser como ella, que está metida todo el día en ella con Martina, yo necesito la libertad del campo para respirar.Obed.- Lo sé Ana Victoria, pero recuerda que es mejor obedecer a tus padres siempre. Si yo los tuviera, yo lo haría, ¡si tan solo pudiera ver!Ana Victoria.- Obed, aunque eres ciego, eres la persona más valiosa que conozco como amigo, sabes, ¡tienes unos ojos radiantes, brillantes como el sol, yo sé que ves muchas cosas que ni nosotros mismos lo vemos, tienes una sensibilidad muy especial, y yo trato de obedecer a papá y a mamá con gusto, no obligada, pero también necesito mi espacio.Obed.- ¿al rato me dejas recitarte el poema que escribí en mi mente esta mañana? Se llama “Sombra de mil colores”, te lo escribí a ti.Ana Victoria.- Por supuesto, ahora ¡Déjame ir para ver lo que quiere papá, nos encontraremos en el Río Lerma por la tarde.Obed.- Ahí estaré.Cuando Ana Victoria llega con Jerónimo, este la abraza y le dice:Jerónimo.- Hija, acaban de llegar noticias de que la peste del cólera asiático está azotando Yurécuaro, necesitamos cuidarnos mucho. Sabes ¡Tengo miedo de perderte mi pequeña!Ana Victoria.-Papá, para mi la vida apenas comienza, y sé que hay algo muy bueno para nosotros en el horizonte, ¡No hay que temer!Jerónimo.- Te lo digo porque doña Patrona, la esposa del Hacendado está agonizando, enferma, quizás de eso… CONTINUARÁ. Relato escrito por Francisco Murillo Méndez.Recuerda mandarme tus comentarios y sugerencias al siguiente correo: Franchopan@hotmail.com

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