domingo, 14 de marzo de 2010

CAPÍTULO DE INICIO: “UNA LUZ PARA EL OSCURO REFUGIO DE LA IGNORANCIA”

Yurécuaro Antiguo, Michoacán 25 de Enero de 1816.
Pueblo antiguo, pueblo rojo, pueblo oscuro de denso humo negro. Ya las calandrias han huido, su canto no se escucha más, el silencio las corrió de golpe, el trotar de los caballos sustituye su canto y la incertidumbre visita cada espacio, cada instante. ¡Cuanta falta hace la Luna! ¡El sol! ¡Cuánto anhelamos toda una luz en el horizonte!
Ha caído la noche, de repente se escuchan gritos por doquier, las personas corren, los niños lloran, las mujeres los abrazan tratando de protegerlos, ocultándolos entre sus rebozos para que no vean el peligro que se aproxima, aunque no lo ven, lo sienten, en el mismo viento que evapora, que quema. Hay angustia por todas partes. Las puertas de las casas son aseguradas con las pesadas trancas, donde detrás de ellas las familias se ocultan, creyendo que están protegidos, seguros de Los Insurgentes, de esta fuerza numerosa, compuesta por igual por muchos soldados traicioneros que han tomado a este pueblo por asalto. Comienzan a atacar a las personas que corren escapando por las calles, atacando a las jóvenes muchachas que despavoridas y horrorizadas ven en los ojos de estos hombres el brillo de la maldad y la insensibilidad. Este ejército al mando de un hombre cobarde comienza a quemar todas las casas que encuentran a su paso, donde en su interior las familias se refugian temerosas. Muchas otras tratan de huir del pueblo, pero son detenidos y llevados como prisioneros al Fuerte de San Gregorio, como a una hora de distancia.
En una casita humilde vive Alfonsina, una mujer de unos 32 años, quien está embarazada y a punto de dar a luz. Quizás por los acontecimientos el parto se le ha adelantado, los dolores son cada vez más intensos. Con ella se encuentra Martina, de medio siglo de vida, partera y familiar suyo, tranquilizándola y a la vez preparándola para el inminente acontecimiento:
Martina.- Alfonsina, ¡Tienes que ser fuerte, tu bebé ya va a nacer! Además la puerta está bien segura, ¡Ya le puse las dos trancas más macizas!
Alfonsina.- Pero, ¡Jerónimo mi esposo anda afuera en el peligro, como quieres que me tranquilice! Los soldados andan causando su ruin desastre por todas partes, ¡Tengo mucho miedo Martina!
Martina.-Si te tranquilizas, ¡todo va a salir bien y pronto tendrás a tu bebé en tus brazos! , de Jerónimo no te preocupes, él se sabrá cuidar, le dicen “Jerónimo el Loco”, capaz que se las ingenia para esconderse de los Insurgentes.
En ese momento se escuchan afuera las voces de los hombres que atacan sin piedad Yurécuaro, el ruido de los relinchidos de los caballos a toda prisa hace que se enchine la piel hasta de la persona más fuerte, la noche y el cielo se tornan de color rojo y naranja luminoso, brillante por las casas frágiles, indefensas que se están quemando, incluso la iglesia del Pueblo arde en llamas. Alfonsina y Martina escuchan cuando uno de los hombres menciona sin tapujos y con ironía:
.-¡Esta casa está muy triste, le falta una chispa de vida!
Y con su antorcha encendida comienza a prenderle fuego, Alfonsina cree no aguantar más, está a punto del alumbramiento.
Afortunadamente, mientras la casa apenas comienza a encenderse llega Jerónimo, el esposo de ella, quien al ver que no tendrán escapatoria decide arriesgar el todo por el todo y gritándoles para que le abran en medio de las crecientes llamas, entra y les dice:
Jerónimo.- ¡Llegó la hora de estrenar el escondite secreto!
Martina.- ¿De qué escondite hablas Jerónimo? ¿Estás realmente loco o qué?
Jerónimo.- No mujer, ¿Te acuerdas cuando me encerré por meses dentro de la casa y decían que estaba luria o ido de la mente? Me puse a escarbar para encontrar un dizque tesoro, aunque no encontré ningún tesoro, pero quedó el boquete tan grande que poco a poco lo fui engrandeciendo hasta que se convirtió en un escondite, el cual hoy vamos a usar y del cual nadie sabe que existe. Ahí bien cabe un petate grande y se puede encender una vela, aunque la luz no se ocupe, sino que es lo que sobra, mientras tú sales de tu apuro, yo voy a apagar por un rato lo que se está quemando afuera, ¡aunque es casi seguro que esos malvados vuelvan y le prendan fuego otra vez!
Jerónimo abre la puerta del gran hoyo que hizo hace ya mucho tiempo, es casi cueva, casi tumba, casi sótano, el refugio secreto que todo mortal de Yurécuaro desea en estos momentos.
Mientras Alfonsina da a luz, en su mente y en su corazón solo hay ahora un pensamiento:
Alfonsina.- ¡Mi sobrina María de la Luz está sola en su casa, sus padres salieron, está en peligro mi muchacha!
Y efectivamente no estaba equivocada. Por la Calle llamada “ Del Olvido”, María de la Luz, una hermosa joven de cabello negro lacio, el cual le llega hasta la cintura, corre al amparo de la noche, temerosa se dirige aprisa a la casa de su abuelo “ el Tata Nacho”, pero entre el miedo y las ansias de llegar pronto hasta él, su mente se detiene a pensar en cómo apenas unos meses atrás, el cielo era todavía azul en el día y estrellado en la noche, no rojo como el Yurécuaro ardiente que ahora ve y siente. Recuerda sus ilusiones, sus esperanzas, porque como todas las jóvenes de su edad, María de la Luz está llena de vida, pues además de hermosa, es alegre y decidida. Firme en sus decisiones y con una cualidad tan admirable, la deseada virtud de la castidad.
Recuerda cuando fue a la orilla del Río Lerma con su prima Isabela, su única amiga, de su edad, cuando se acercaron a sus aguas cristalinas que corren suavemente por el Río:
Isabela.- ¡Déjame refrescarme la cara! ¡El agua está tan fresca y tan rica!
María de la Luz.- ¡Yo quiero beber, tengo sed!
Isabela.- ¡Bebe! ¡Está deliciosa, yo bebería de esta agua toda la vida! Oye María de la Luz ¿No es hermosa la juventud? ¡Siento que estamos entrando a una etapa tan bella!
María de la Luz.- ¿Lo dices por el joven con el que platicas a veces?
Isabela.- Solo ha sido un par de veces, además solo platicamos ¡Nada más!... Bueno, la verdad es que ya tenemos tiempo de vernos y ¡ayer se atrevió a decirme algo que me dejó helada! Se atrevió a pedirme una prueba de mi amor, me dijo. “Si realmente me amas, me lo demostrarías” y yo no supe que decirle.
María de la Luz.- Si a mí me dijeran “Si realmente me amas, me lo demostrarías, yo les contestaría: “Y si tú realmente me amas, no me lo pedirías”. No Isabela, la virginidad de una mujer es algo tan valioso, en ella está envuelta la dignidad y el respeto, ¡es uno de los tesoros más grandes que posee el ser humano, la dignidad”. Cuando realmente se ama, se respeta, no solo el corazón, sino hasta los pensamientos.
¡Mira los alcatraces Isabela, están hermosos!
Isabela.- ¡Cortemos un manojo y llegando a casa los ponemos en el jarrón de barro de la cocina! ¡Y ya vámonos que ya es muy tarde!
¡Qué días aquellos! Ahora María de la Luz corre, cubierta por un rebosa azul marino que no puede ocultar la belleza que protege!, incluso en cuestión de segundos, tiene que arreciar el paso, porque al ver hacia atrás se percata de la presencia de un soldado llamado Antonio Hernández, quién en su caballo, y de manera soberbia e imponente, amenazante, mira a María de la Luz de arriba abajo sin vacilar. Ella le apura, corre más aprisa hacia la casa de su “Tata Nacho” quien debido a su edad y a sus reumas crónica que padece está postrado en cama y no tiene quien lo cuide.
María de la Luz ve como Antonio el soldado cruel al verla parada y tocando la puerta con insistencia, prepara una antorcha para prenderle fuego a la casa de adobe y frágiles vigas de palo, donde descansan los petates que hacen la parte de techo. Ella prefiere entonces seguir corriendo, para impedirlo y frustrar sus malvados planes. Pero descubre también aterrorizada como las calles están completamente vacías y Antonio el Soldado la acorrala con su caballo:
Antonio.- ¡No te vas a escapar de mí nunca!
María de la Luz.- ¿Por qué? ¿Por qué tratar de robar algo que no le pertenece?
Antonio.- Me gustas, eso es todo lo que sé, ¡Mira a tu alrededor, no hay nadie que te pueda ayudar! ¡Nadie!
María de la Luz, está en la plaza del Pueblo ya, tiembla, aterrada, siente frío en medio de tanto olor a fuego, ¡Siente un frío inmenso!, ¡No tiene escapatoria!, ese frío es de injusticia, de rabia, y a la vez de valor, de dignidad. Cierra sus ojos y le pide al Dios Verdadero que le de la paz que supera a todo pensamiento, que solo Él puede dar, la paz que vence al miedo. Al ver a Antonio corre hacia ella con las intenciones más viles y cobardes, ¡ella corre para alejarse de él!
Corre hacia una gran puerta dibujada con lumbre, para recibir el abrazo ardiente de una ola de fuego, y recibe su calma, su calma y paz que la cubre y la refresca, ella vuelve a sentir frío, pero ahora ya no tiembla, ¡Está tan fresca como el agua cristalina que bebió! Y ¡está tan limpia y pura como los alcatraces que cortó y llevó en sus brazos!
En la distancia, Antonio observó a la joven y contempló con terror la escena de cómo ella se perdió en una cortina de color de fuego, y en medio de su insensible corazón, una lagrima, quizás de remordimiento corre por sus ojos.
Una mujer muy valiosa se perdió, se fue, pero otra mujer acaba de nacer. En el escondite secreto de Jerónimo y Alfonsina, ésta se convierte en madre y da a luz una niña,¡ la cual llora tan fuerte, como si quisiera con su llanto apagar el mismo llanto de dolor y de sufrimiento de mucha gente!
Martina.- ¡Ya nació tu niña, Alfonsina!
Alfonsina.- ¡Gracias a Dios Martina! (Llorando de alegría)
Martina.- ¿Ya pensaste cómo se llamará?
Alfonsina.-Sí. Se llamará Tabita, como la mujer que resucitó el apóstol Pedro en una ocasión, le pondré así porque será como si mi niña viviera en un Pueblo que resucitará ¡Porque se va a levantar Yurécuaro, Martina! ¡Tiene que levantarse de los escombros, de las ruinas! Será como un pueblo naciente y de nosotros depende que sea una luz en el horizonte.
Martina.- Oye ¿Y dónde aprendiste eso del apóstol Pedro y de Tabita y todo eso?
Alfonsina.- ¡Te voy a contar un secreto! Cada semana desde hace algún tiempo, la maestra, la Señorita Magali Curiel viene aquí a la casa y nos ha enseñado a leer y escribir a Jerónimo y a mí. ¡No solo los ricos tienen derecho a saber Martina! ¡También la gente pobre lo tenemos! Nosotros no queremos que nuestra casa sea un refugio para la ignorancia. Sabes, ella nos cuenta historias tomadas de un hermoso Libro, dice ella que del cual hay solo dos, uno está en la iglesia, dice que es en latín y que está sujeto con cadenas para que nadie lo robe, pero que hay otro en “La Hacienda Nueva” y es del Hacendado, dice que ese sí lo podemos leer nosotros y entender, que ahí dice todita la verdad. Jerónimo y yo soñamos con el día en que podamos leerlo y no solo eso, sino tener uno igualito aquí en la casa, pues si es La Palabra de Dios, la escribió para que todos los seres humanos la escuchemos, no solo unos cuantos.
¡Si supieras todos los tesoros que hay en él!
Todavía no termina de hablar, cuando llega Jerónimo a decirle:
Jerónimo.- ¡Alfonsina, tenemos que cuidar a nuestra hija lo más que podamos! ¡Mañana nos iremos a “ La Hacienda Nueva” a vivir y trabajarle al Hacendado, donde iniciaremos una nueva vida¡ Habrá luz nueva, ya lo verás!
Alfonsina.- ¡Cómo tú digas Jerónimo! Dime ¿Encontraste a María de la Luz? ¿Viene contigo?... CONTINUARÁ
Escrito por Francisco Murillo Méndez.

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