lunes, 12 de diciembre de 2011

EL EXTRAÑO LUGAR DONDE SE OCULTA LA TRISTEZA.

Todos dirían que la tristeza es una cazuela llena de sal, de esa granuda, que realmente está salada. Porque hay sal, que no tiene sabor, ¡Está desabrida! Como el estado de ánimo de muchas personas, ¡Nomás no le echan ganas a vivir, no le ponen sal a la vida! Y pensar que yo, Lupe Serrato, a mis 80 años, todavía sigo dando lata, por dondequiera que ando. Desde que Dios amanece, en el molino, trayendo el nixtamal, echando una gorda gruesa y mi café negro, que no me falte. Luego a echarle de comer a las gallinas, a los patos y a los guajolotes, barrer el gallinero, poner a calentar agua para hacer el caldo de pollo, y todavía me doy tiempo para platicar con Chelita, la señora que pasa todos los días por la calle, visitando a los enfermos.
Por eso me sorprendo de lo que dice la gente, que no tiene tiempo para nada, que no les rinde el día, que se pasa volando, ¡Cómo no, si desde que amanece están pegados a la tele con sus mentadas novelas, o los muchachitos y muchachitas con esos aparatos pegados en las orejas, hable y hable con otros a quienes acaban de ver o en las máquinas esas, computadoras modernas, esas, cajas que hablan y se ven cosas! ¡No hay tiempo que rinda, para ellos!
En mis tiempos, no había perdedera de tiempo, ni siquiera sentarse en la calle, por las tardes era perder el tiempo, porque nos juntábamos las familias a platicar de todo, a saludarnos y a ayudarnos, escuchar lo que a otros les preocupaba, era interesarse en ellos, nos reíamos, a veces ¡Hasta llorábamos de las cosas tristes que pasaban!
Tal vez no había mucha escuela, ni sabíamos las letras, pero teníamos conciencia, respeto, vergüenza, ¡Qué tiempos aquellos, se nos fueron y quién sabe si volverán algún día!
En la cocina, todo era tan tranquilo, no había nervios, aunque en la cocina, había un extraño lugar donde se escondía la tristeza, y allí se quedaba días, semanas y meses, escondida, oculta, y como testigos estaban los jitomates y los chiles secos, el cilantro y las cebollas y una que otra ramita de perejil. La tristeza se escondía en el fogón, que ardía, a veces calladito, a veces bufando, como desesperado, como si quisiera que los frijoles de la olla ya dieran el último hervor, para poder apagarse, descansar de tanta llamarada, de ese fuego que quema al mismo fuego, la tristeza es eso, un fuego apagado, brasas que ya no arden, hielo negro.
Por eso cada vez que veas un fuego que se apaga, es como si la tristeza llegara a ese lugar, claro que si ves el fuego que quema un bosque o una casa, No lo dejarás que lo consuma todo, ¡No, claro que no! Estamos hablando del fuego del amor, el amor es como una fogata, que arde y lo ilumina todo, pero para que arda, necesita de los trozos de madera, de leña de todos, si se le empiezan a retirar, se va apagando poco a poco, se enfría. Así se siente el amor en estos tiempos, tan frío… como si no trajera reboso, ni chal, como si no pudiera cubrirte en un abrazo y si lo hace, lo sientes tan frío, fingido, comprado…
El corazón es como un fogón de cocina, siempre debe de estar ardiendo, encendido, cocinando cariño, amistad, gozo, y cada vez que entremos a la cocina recordemos que si el fogón está apagado, ahí está, en el extraño lugar, bien oculta la tristeza… esa que debemos quemar día con día con el fuego de la amistad y el amor…
Relato escrito por: FRANCISCO MURILLO MÉNDEZ.

MIS POEMAS INÉDITOS
De: Francisco Murillo Méndez.
"MÉXICO, CASA DE TODOS"

Todo país es nido
Para acurrucarse y dormir
Pero para morir tranquilo
Solo México me hace feliz.

Me abrió sus puertas, sus alas
Me regaló su aire, su casa
Yo me sentí libre, seguro
Fui ave que vuela al refugio.

Conocí amigos sinceros
Tengo tan bellos recuerdos
Su gente que vale oro
Esta tierra es un tesoro.

Me cobijó con gusto y esmero
Como a un niño prisionero
Lo hizo sentir libre, de nuevo
Nací, les soy sincero.

Extraño mi país, verdad completa
México me hace sentir
Que lo que dejé allá
Aquí, me lo da de vuelta.

Todo país es nido
Para acurrucarse y dormir
Pero para morir tranquilo
México me hace feliz.




"OJOS TRISTES"
De: Francisco Murillo Méndez.

Son mares atrapados
En burbujas de gelatina
Que se mueven, que provocan
Cuando miran, alucinan.

Sus colores son misterios
Y revelan afectuosos
La alegría, los pesares
Los momentos jubilosos.

Pero unos ojos tristes
No se pueden olvidar
Ni se dejan, ni se pierden
Como las olas del mar.
Ojos negros, también verdes
Ojos claros, azul celeste
Los cafés son demasiado
Para aquél que es invidente.

Son mares atrapados
En burbujas de gelatina
Que se mueven, que provocan
Cuando miran, alucinan.


POESÍA: " LUNA MAREADA"
De: Francisco Murillo Méndez.

Por rondar vuelta tras vuelta
Con la mirada perdida
Preocupada y entumida
Por una pena certera
La luna cayó mareada,
Borracha, la luna llena.

Con el queso mal fundido
El conejo de la luna
Se preparó un desayuno
Muy sabroso, por fortuna
No invitó a ningún planeta
Su egoísmo, fue su tumba.

Luna sola, sola la luna
Mareada, redonda
Callada, iracunda
Llorona, casi muda
Opuesta al sol que la alumbra
Mordida, como una uña.

Por rondar vuelta tras vuelta
Con la mirada perdida
Preocupada y entumida
Por una pena certera
La luna cayó mareada,
Borracha, la luna llena.



Francisco Murillo Méndez

ACRÓSTICO.
Escrito por: Francisco Murillo Méndez

Con mucho cariño para la Señora Coral Bravo y su familia.

J amás me he marchado
A través del recuerdo
E stoy contigo siempre
L a vida me diste ¡Gracias mamá!


C on mucho cariño y amor
O rganizaste tu vida para
R egalarme todo de ti
A legrías, esfuerzos y
L o mejor, tu sangre.


C uando crecía
U na vez soñé con
R ecorrer el mundo
I ncluso la luna
E n la compañía de mi familia
L o logré, conocí el amor.


B asta con ver una
R adiante foto familiar para
A sombrarse y comprobar que
V ale la pena ser tu hija mamá
O rgullosa me siento de tí,
de mi querido papá y mis lindos hermanos.

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